Capítulo 1.

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Mi hermano adoptivo había llegado tres horas tarde de lo acordado con el asistente social que llevaba su caso. Tampoco era como esperábamos, o al menos yo no esperaba un adulto repleto de tatuajes. Parecía mucho más mayor que yo, y solo tenía diecisiete años.

Dejó caer las maletas, y con los labios apretados se hizo paso hasta la entrada de la casa. Mamá corrió hasta él, con esa dulce sonrisa que nos alegraba las mañanas. Más tarde, mi padre lo ayudó con el equipaje. Axel no fue capaz de decir nada, únicamente se cruzó de brazos mirando todo lo que nos rodeaba.

Seguramente buscaba lo más caro para robarlo y venderlo.

Los tres subieron las escaleras, dejándome sola ahí abajo. No podía salir de mi sorpresa, el pequeño que esperaba no existía, o mejor dicho, creció antes que yo. Un hermano delincuente no estaba en mi lista.

Cuando desperté de ese trance, corrí escaleras arriba para vigilar todo lo que estaba pasando. Lo peor de todo fue ver como lo instalaron en la habitación continua de la mía.

—Si necesitas algo, solo tienes que decírmelo —los ojos de mi madre brillaban con ilusión. —Estaremos abajo. Cualquier cosa, pega un grito.

Los dos se alejaron de la habitación de Axel. El chico se escondió dentro, y ellos detuvieron sus pasos delante de mí. Papá tocó mi cabello, sabiendo que me pasaba algo.

—Parece un delincuente —susurré.

Ellos no estaban de acuerdo.

—Axel ha sufrido mucho — ¿tenía que sentirme culpable? Porque realmente no me sentía mal por él. —En el momento que ha pisado el suelo de nuestro hogar, se convierte en uno de los nuestros. Dale tiempo, e intenta conocerle.

Mi padre la apoyó.

—Zoe, él no te hará sombra.

Pensaba que estaba celosa de él.

No era mejor que yo.

Asentí con la cabeza, y esperé a que se marcharan para asomar la cabeza en la habitación que llevaba tantos años vacía. Axel fue rápido a la hora de instalar todas sus cosas. Se encontraba tumbado en la cama, con la maleta tirada en el suelo.

Ese chico era muy extraño.

—Está prohibido fumar —dije cuando un circulo de humo salió de sus carnosos labios. Él no me miró. —He dicho que no...

—Te he escuchado, princesita —levantó su cuerpo, y se apoyó sobre sus codos. El cigarro que sostenía, volvió a acomodarlo en los labios. —Cierra la puerta, tengo que hacer una llamada.

¿Se creía el rey?

Solo llevaba cinco minutos en mi hogar.

—Oblígame.

Eso no estuvo bien.

Axel brincó en la cama para levantarse. Tiró el cigarrillo, y con una sonrisa maliciosa se plantó delante de mí. Su mano derecha descansó en la puerta, mientras que la otra tocó mi hombro.

—No busques problemas conmigo —vi más tatuajes por su muñeca. Solo había tinta en su piel. —Puedo ser tu mayor pesadilla si me lo propongo.

— ¿Me estás amenazando?

Apretó los dedos en mi hombro.

Hice una mueca de dolor.

—Que lista eres, hermanita —susurró en mi oído.

Y en poco tiempo cerró la puerta delante de mis narices.

El corazón me brincó con fuerza, parecía que en cualquier momento se detendría para no latir más. No, estaba equivocada. Latía por emoción.

Me estaba desafiando, y él no sabía lo vengativa que podía ser.

Bajé las escaleras inmediatamente, dirigiéndome hasta la cocina, donde se encontraban mis padres tomando algo de café. Mis manos se apoyaron en el respaldo de la silla.

— ¿Quieres decirnos algo?

Callé.

No sabía qué hacer.

— ¿Pasa algo, Zoe?

Mi padre se levantó del asiento.

—Hola, Axel —ese saludó me asustó.

El chico estaba detrás de mí. Era tan alto, que mi cabeza solo le llegaba a la altura del pecho. Lo miré de reojo, viendo como sonreía.

—Tengo que salir un par de horas —se excusó—, volveré pronto.

Mis padres se miraron.

—De acuerdo —dieron permiso a su salida. —La cena será a las nueve.

Guiñó el ojo, y con la chaqueta de cuero negro en la mano, desapareció de la cocina.

Axel era la excusa para divertirme ese día.

Cuando escuché que la puerta se cerró, yo también me disponía a salir.

— ¿Adónde vas?

— ¡Volveré pronto! —Grité.


Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now