4.

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Jimin sonrió mientras observaba a Jungkook subir las escaleras. 

Aquel día era un poquito más tarde de lo que Jungkook habituaba a llegar, casi las ocho, pero Jimin no quería entrar en su casa habiendo perdido la oportunidad de verlo. Le parecía una persona misteriosa y fascinante, y Jimin siempre había tenido debilidad por lo misterios sin resolver.

-Hola.

El más mayor lo miró de soslayo y continuó con su camino.

-¿Cuántos años tienes?- Jimin lo intentó.

En serio que quería conocerlo.

-Más que tú.

-Ya, pero ¿Cuántos?

Jungkook gruñó.

-¿Por qué querrías saberlo?

El azabache se encogió de hombros con una sonrisa risueña.

-Me aburro.

-Si te aburres, te aseguro que yo no soy alguien con quien quieras ni puedas entretenerte.

-Creo que me gustas- Jimin soltó de golpe.

Jungkook lo miró como si le hubiera surgido una tercera cabeza. Por primera vez, Jimin vio algo de expresividad en su mirada más allá de simple pereza y resignación. Bien. Sin embargo, Jungkook no contestó nada a eso, y continuó el camino hacia su puerta. El azabache rebuscó en su chaqueta y alcanzó un paquete de un bollito de chocolate, extendiéndoselo con ambas manos.

-Para ti.

Entonces Jungkook explotó.

-Oye, mocoso, ¿Quién cojones te crees que soy?- el castaño cogió a Jimin del cuello de la camiseta y lo miró fulminante. El azabache abrió sus ojos- ¿Crees que soy uno de los niñatos de tu instituto al que puedes enamorar con chocolatitos? ¿De qué va esta mierda? - Jungkook lo soltó como si Jimin quemara. Como si fuera algo repugnante que ni si quiera valiera la pena tocar. Jungkook vió sus ojos tornarse repentinamente llorosos y brillantes.

-Eres un imbécil- Jimin espetó furioso. Volvió a lanzarle el bollito contra su pecho y se dio media vuelta. Antes de que pudiera marcharse, Jungkook tiró de su brazo, y en un segundo lo tuvo acorralado contra la pared, apretando su muñeca de forma amenazadora.

-No sabes con quién estas hablando, cuida tu boca, mocoso- advirtió sombrío.

-Claro que lo sé- a pesar de que sus ojos estuvieran brillantes, miraba a Jungkook con gran odio e impotencia. Jungkook ya no supo si esas lágrimas eran de bochorno, tristeza o impotencia- Estoy hablando con un imbécil.

Jungkook gruñó amenazante, acercándose un poco más, sin soltar el ajuste en su muñeca. Entonces la valentía de Park comenzó a fallar un poco. Era demasiado intimidante. Incluso si no era tan mayor como su padre, le causaba más respeto. Esa era la diferencia principalmente, su padre le causaba miedo y asco, y él respeto. Mierda, Jimin quería ponerse de rodillas.

¿Ah, pero para qué?

Mierda, Jimin, jodidas hormonas. Estás furioso, muy furioso.

Antes de que Jungkook pudiera decir algo más, un grito se escuchó desde el interior de la casa de Jimin.

GUARDIÁN - KookminWhere stories live. Discover now