De cuerdas y esperanza VIII: Beneficios

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Regresé a mi habitación casi al amanecer y me quedé profundamente dormido. Pasaron las horas, aunque intentaba abrir los ojos y levantarme de la cama me resultaba imposible. Estaba agotado. Además, hacerlo era enfrentar la realidad de mis acciones, pensarlo me ocasionaba un inmenso miedo.

La lucha interna por permanecer acostado en la cama o levantarme continuó por un largo rato más, hasta que llegué a la conclusión de que no podía seguir comportándome de esa manera tan cobarde y patética.

"Tú no eres así". Repetí varias veces en mi mente las palabras que mi hermano menor me dijo meses atrás como en una especie de mantra para darme valor. Hice las sabanas hacia un lado. En cuanto vi mi ropa mal puesta, la culpa volvió a pasearse como feroz ácido por mi estómago. Tras recordar todo lo que hice con Yui, solo atiné cubrir mi rostro en un ademan de frustración e impotencia.

"Ahora... ya ni siquiera puedo decir como soy en realidad". Este pensamiento me hizo sonreír amargamente. Me dirigí con desanimo al baño para darme una ducha rápida. Tensé los labios al contemplar las diversas marcas en mi cuerpo que eran la prueba de mi apasionada noche con Yui.

Tomé el jabón y comencé a tallar con fuerza, como esperando que milagrosamente ese acto desesperado fuera a borrar esas marcas, y de esa manera también ese acontecimiento pudiera desaparecer de mi vida.

Una parte de mí repudiaba lo que había pasado, me causaba vergüenza y una auto decepción terrible. Aun así, otra parte, mi parte más soberbia y egoísta, me felicitaba por lo vivido. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo al recordar la mirada lasciva de Yui, sus gemidos inundados en placer y sus candentes caricias.

Mordí mis labios, agité mi cabeza de lado a lado para desaparecer esos recuerdos y enfocarme en terminar de asearme. Salí del baño y no pude más que quedarme sentado en la orilla de la cama mirando hacia la nada.

"¿Qué debo hacer ahora?" Pensé con una intensa angustia naciendo en mi corazón, apretando mi pecho, una sensación casi asfixiante. Un pensamiento tras otro surgía en mi cabeza hasta que mi vista llegó a un punto en especial de mi habitación.

En el piso al lado de mi Gibson en su funda se encontraba el cuaderno de dibujo de Dororo. Como si de un imán se tratara, me dirigí con pasos rápidos hacia el cuaderno, me senté en el piso y lo tomé con fuerza entre mis manos.

"Perdón... Discúlpame, pequeña Dororo". Esas tormentosas palabras aparecieron en mi mente, segundos después unas pequeñas lagrimas surcaron por mi rostro. Cerré los ojos, abracé el cuaderno con fuerza contra mi pecho. Apreté la mandíbula en un intento desesperado por frenar mis lágrimas.

Pasados unos segundos dejé el cuaderno con cuidado en mi escritorio, sequé rápidamente mis lágrimas con movimientos torpes. Sabía que solo existía una manera de mitigar mi dolor, de sacarlo y tranquilizar un poco mi atormentado corazón. Tomé el pequeño block de hojas blancas que había comprado especialmente para escribir cartas para ella, así comencé a escribirle una nueva:

"Lo siento... ¿cuántas veces más deberé decirte lo mismo? A pesar de los hermosos sentimientos que ocasionas en mí, la verdad es que a veces no puedo evitar odiarlos y maldecirlos. No por mí, sino por ti.

Cuando recuerdo nuestros días en Tokio, todo lo que te hice sufrir en ese entonces, y lo que aún ahora tal vez te siga lastimando, no puedo evitar pensar que lo mejor para ti sería que nunca te hubieras enamorado de mí.

No me arrepiento del profundo amor que te tengo, estos son sentimientos tan inmensos y preciados que estoy seguro nunca podré experimentarlos por otra persona. Pero lo cierto en todo esto, pequeña Dororo... es que a veces desearía que me odiaras, que no sintieras nada por mí, pues de esa manera ya no sufrirías más.

Las notas de mi destino [Dororo AU]Where stories live. Discover now