Arturo

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Dos avisos importantes: Hoy publicaré dos capítulos ♥️

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Dos avisos importantes: Hoy publicaré dos capítulos ♥️.

Una pregunta, ¿niño o niña? Solo para saber cuántos le atinan ♥️😂.

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Después de despedirme de Alba me concentré en el camino. El tráfico de la ciudad me quitó parte de las ganas de vivir, pero encontrar a Miriam al llegar logró animarme. Verla siempre me hacía sentir más tranquilo. La hallé en la sala con unos papeles sobre sus piernas, concentrada en las letras. No me sorprendió se envolviera tanto en sus labores que le costara escucharme.

—Arturo —me saludó, dejando todo de lado para recibirme. Sonreí, siempre me nacía al verla—. Escuché el coche, pero no me enteré cuando entraste porque...

—No me llevé de encuentro el macetero —bromeé. Ella colocó sus manos en la cintura—. Esta mañana lo coloqué más a la izquierda. Buena decisión, ¿no? —solté divertido—. ¿A ti cómo te fue con Mejía? —pregunté por la reunión de esa tarde.

Miriam ladeó la cabeza, escondiendo una mueca traviesa.

—En realidad, te mentí —me confesó divertida, sorprendiéndome. Era una buena actriz—. No hubo reunión. Bueno, sí, pero no con Mejía... —aclaró, o eso intentó porque causó el efecto contrario, Ella resistió una sonrisa ante mi confusión—. Fui con el ginecólogo —me puso al tanto.

Mi rostro se transformó. No me había pasado por la cabeza que esa fue la razón de su ausencia.

—¿Por qué? ¿Te sentías mal? —me alarmé, imaginando lo peor. Ir al médico, al menos en mi familia, pocas veces eran buenas noticias—. Sabía que lo de anoche era un mal síntoma, en Internet dicen que suelen demorar unas semanas más...

—Arturo, fue una cita programada —interrumpió alegre, calmando mi angustia.

—¿Por qué no me avisaste? Me hubiera gustado acompañarte, Miriam —confesé.

No sabía qué haría ahí, dudaba ser de ayuda, pero no quería convertirme en un padre ausente. Prefería equivocarme estando ahí, acumular errores, al menos esos sirven de algo. La falta de recuerdos es lo que más pesa.

—En realidad, quería darte una sorpresa —se sinceró contenta.

—¿Una sorpresa? —dudé. Luego volví a repetirlo un par de veces en mi mente. Para ser honesto, nada podía superar ese positivo. Nada, excepto una cosa—. ¿Ya sabes qué será? —solté, sorprendido.

 Ella asintió mordiendo su labio.

—La verdad es que quería prepararte una sorpresa para darte la noticia, pero pasé medio día digiriendo la información —murmuró para sí misma. Eso llamó mi atención—. Así que hice algo bastante sencillo y rápido —admitió.

Pensé que me lo diría, deseé que lo hiciera, pero ella eligió el camino largo. No entendía para qué tanto misterio. Quise decirle que podíamos hacer todo eso después, fingiría ignorarlo, pero no fui capaz, se veía muy ilusionada guiándome al comedor que intente ser paciente. Ahí, todo estaba en su sitio, igual que esa mañana, a excepción de un pastel sobre la mesa.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora