Capítulo 38 (Parte 2)

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El camino fue largo, pero se consumió en un suspiro porque Pao hizo gala de su capacidad mágica de convertir un momento simple en uno extraordinario

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El camino fue largo, pero se consumió en un suspiro porque Pao hizo gala de su capacidad mágica de convertir un momento simple en uno extraordinario. Confieso que casi me sentí desilusionado cuando llegamos. El único punto en contra fue que Pao siendo tan tímida no se encontraba cómoda con las demostraciones intensas de afecto en público, más allá de abrazos, así que no me permitió robarle un solo beso. Nos comportamos tan prudentes que cualquier  matrimonio de cuarenta años de casados nos hubiera envidiado. De todos modos me divertí, para nadie era un secreto que tenía una debilidad por su risa y hacerla reír era mi especialidad. Creo que tras una hora de escuchar mis bromas, el conductor agradeció al cielo poder echarnos.

—¿Puedes creer que exista un lugar tan bonito en el mundo? —me preguntó ilusionada con un suspiro cuando el guardia nos dejó entrar tras revisar las invitaciones no fueran falsas. Ni en el banco checaban tanto los billetes.

Contemplé como se iluminó su mirada al toparse con todos esos faroles que colgaban de los árboles. Eso debió ser idea de Álvaro, él siempre fue el más romántico de la relación. A Alba le iban más pegar advertencias de muerte o algo por el estilo. 

De todos modos, tenía que aceptar que era un buen panorama, y seguro mejoraría cuando terminara de meterse el sol. El terreno era pedregoso, gozaba de amplias zonas verdes, árboles enormes y senderos de tierra por los que al principio me costó un poco empujar la silla. Había tantas flores que seguro las abejas se darían un festín. Además, no parecía tener final. De no ser por las luces que indicaban el camino, seguro me hubiera perdido en algún punto.

Pobre de Arturo, esperaba estuviera bien. En una de esas ya hasta había formado su propia civilización en el interior del bosque, llamada los venados. Esa broma en mi interior provocó dos reacciones: reír por mi estupidez y recordar algo importante que no podía dejar para después.

—Hey, mi Pao —la llamé distraído, estudiando a toda la gente que se dirigía al salón donde se llevaría la ceremonia civil. No reconocí a nadie, pero supuse que no tardarían en aparecer. Dejó las luces que la tenían encantada para dedicarme su atención, escuchándome. No esperé que me mirara tan atenta o simplemente no tenía mi discurso hecho, así que con el tiempo encima decidí soltarlo así tal cual—. Estaba pensando que quizás sea buena hora que el club se entere de lo nuestro —comenté.

Sí, sabía que había sido yo quien le pedí esperáramos un poco para probar si funcionábamos, no porque pensara no lo haríamos, desde el principio brotó entre una química que anunció el final. Sin embargo, en el fondo temía se diera cuenta era un reto complicado. Supongo que dentro de mí, aunque lo negara, jamás pude arrancarme el temor al abandono. Deseaba tuviera libertad de retractarse sin la presión del juicio de los demás, como sucedió con Sabrina. Había aprendido a amar dejando la puerta abierta, por si un día necesitaban marcharse. Pero había pasado un buen tiempo de aquello y tampoco tenía sentido. Era inútil fingir no había algo más, cuando hasta un ciego se habría dado cuenta que estaba perdido por ella y no quería contenerme durante una noche más.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora