Capítulo 39 (Parte 2) + AVISO MUY IMPORTANTE 😉❤

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No recordaba habérmela pasado tan bien en alguna fiesta, debí adelantarlo teniendo a los integrantes del club de protagonistas

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No recordaba habérmela pasado tan bien en alguna fiesta, debí adelantarlo teniendo a los integrantes del club de protagonistas. Tía Rosy barrió con medio mundo. Arturo se pasó la noche entera hablando de las hijas que aún no conocía, de todos sus planes, ante la sonrisa ilusionada de Miriam. Llegué a preguntarme si todo los papás se pondrían tan pesados o era su orgullo quien hablaba, al haber pintado sus nombres en lo alto de su habitación sin descalabrarse. Un poco de ambas.

Pero creo que más allá de la música o la comida, de la que no tenía ninguna queja, lo que más llamó mi atención fue que en verdad estuviéramos felices por ellos. Es decir, no solo sabíamos sus nombres, sino la historia detrás de ellos y se trata del interior lo que le da valor. Álvaro y Alba no formaban parte del grupo de amigos que solo recuerdas en Navidad, ni de esas bodas donde a duras penas recuerdas el nombre de uno de los novios. A ambos los apreciábamos por igual y confiábamos que sabrían hacerse felices.  Además, siendo testigos de su relación desde antes siquiera comenzara sabíamos que esa noche solo era una celebración de algo que vivían día a día, la historia continuaría cuando la última canción sonara. Y quién sabe, quizás con un poco de suerte, podríamos presenciar el resto de capítulos.

Contemplando a todos los integrantes, bromeando como si fuéramos una familia, cuando no había un solo lazo sanguíneo que nos uniera, entrelazados por decisión propia, entendí que la amistad puede volverse realmente poderosa si el cariño sincero entra en juego en el momento exacto para cambiar tu historia.

Me resistí bastante a dar esa noche por terminada, fascinado por las anécdotas que quedarían solo entre nosotros, las sonrisas de Pao entregándose por completo a mis tonterías, la felicidad que se respiraba. Deseé quedarme hasta que el amanecer nos atrapara, pero aunque Pao se esforzó por disimularlo sus ojos delataron comenzaba a extrañar su cama.

Tras el primer bostezo le propuse marcharnos. Una vez leí que el amanecer pierde la gracia cuando no hay día que no lo presencies, pero yo apostaba que solo el que no se detiene a mirarlo puede encontrarlo común. Algo similar me pasaba cada que pensaba en la posibilidad de dormir con ella. Era una tontería, mi antiguo yo se burlaba en que le diera importancia a algo tan simple como despertar con una chica a la que ni siquiera pudiera tocar, pero era imposible callar esa voz que me susurraba que no había pasado una noche en su compañía que me dejara indiferente. Siempre lograba romper cadenas, sanar una herida, darle luz a algún rincón.

Uno de mis peores defectos era que nunca lograba esconder mis emociones, algo así le sucedía a Pao que aunque intentó disimularlo con una sonrisa fue claro que a ella la idea de compartir la cama seguía poniéndola un poco nerviosa. No esa clase de ansiedad destructiva, de ser así podría haber aceptado el ofrecimiento de Alba de buscarle otra habitación, sino de la que te inunda cuando se rompe tu monotonía.

—¿Habrá algo que no sea hermoso en este lugar? —preguntó ilusionada cuando dio con el interior.

Nos asignaron una pulcra habitación al final del pasillo, con muebles de madera, sábanas y cortinas blancas, incluso un pequeño balcón. Por las ventanas abiertas se colaba la música y la luz de la luna. Al ser de las últimas personas en marcharnos nos habíamos perdido de la mejor vista, pero el paisaje que se asomaba fue suficiente para encantarla.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora