Capítulo 57 + Avisos importantes

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Mis dedos golpearon la madera a la par mis ojos se mantuvieron atento al paso tortuoso de la manecilla del reloj

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Mis dedos golpearon la madera a la par mis ojos se mantuvieron atento al paso tortuoso de la manecilla del reloj. Uno. Dos. Tres... Quise pensar en algo gracioso para distraerme, pero ni una sonrisa se asomó. Respiré hondo, ese día estaba tan tenso que me estaba costando respirar. De todos modos, pese a que mi cabeza estaba perdida en otra parte, logré percibir una mirada. Al girarme encontré unos enormes ojos miel puestos en mí. Me pregunté si habría pasado por alto uno de sus comentarios, parecía estar esperándome.

 —Disculpa, no te escuché, ¿me decías algo? —le pregunté prestándole atención.

No respondió. Pao sonrió antes de tomar mi mano entre la suya.

—Estás nervioso —dedujo. ¿Cómo no estarlo? Ese día era trascendental para mí. En el fondo tenía miedo de lo que encontraría, pero ya no quería huir. Había pasado tantos años escapando, que necesitaba probar otra técnica. Pasara lo que pasara era momento de afrontarlo —. ¿Quieres que me quede contigo? —propuso cariñosa, deseosa de ayudarme.

 —No, no, no —respondí sin pensarlo—. Tú tienes muchas cosas que hacer. No te preocupes más por mí, yo voy a estar bien —le aseguré con total convicción, para no darle más líos. Ya suficiente tenía con que se hubiera ofrecido a acompañarme y hacerme más fácil la espera.

Ella no insistió, asintió respetando mi decisión.

—De todos modos, sabes que puedo ir a verte a tu casa esta noche —me recordó con dulzura—, o también puedes llamarme, no importa la hora. Tendré mi celular a mi lado en todo momento —acotó. Sonreí ante su solución.

 —Eso sonó como publicidad de Movistar —intenté bromear para ambos, pero la sonrisa apenas se dibujó en mi cara.

Pao notó que, pese a mis esfuerzos, me estaba costando mucho ser yo mismo, así que sin juzgarme, me dio una mirada compresiva antes de acunar entre sus manos mi rostro para que no rehuyera de su amor que tanto necesitaba.

—Tranquilo, todo irá bien, Emiliano —me animó sonriéndome con ternura, estudiándome con esos ojos que iluminaban mi profunda oscuridad—. Tampoco te sientas obligado, si este no es el momento, puedes irte y probar otro día... —propuso. Negué sin escucharla. Me había costado mucho reunir el valor para estar ahí, no echaría todo por la borda.

 —No, ya estoy aquí, no quiero atrasarlo más —declaré sin dudar. No tenía la certeza de qué pasaría, pero sí que esta conversación movería la primera piedra. Si algo está en el camino, no hay más que hacer el obstáculo a un lado. Pao dio un leve asentamiento, echó la mirada a un lado para no presionarme, pero enseguida la atrapé mirándome de reojo. Se sonrojó e intentó disimularlo, yo en cambio sonreí ante su reacción. La tomé por sorpresa cuando acomodé un mechón tras su oreja—. Ahora solo quiero verte —mencioné. Su compañía me daba fuerza para no quebrarme cuando la presión amenazaba con acabar conmigo—. Podría mirarte toda la vida.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora