Capítulo 51

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—Creo que ya está listo —celebró orgullosa Pao entregándole las cuentas a mamá

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—Creo que ya está listo —celebró orgullosa Pao entregándole las cuentas a mamá.

Al escuchar su voz le di un discreto vistazo antes de regañarme en silencio y volver la atención a lo mío, fingiendo que no me había interesado en lo más mínimo luciera tan feliz. Es decir, que bien por ella.

—Gracias, mi niña, te debo una —le agradeció aliviada, revisándolas deprisa. Pareció no encontrar ningún error. De nuevo, que bien por ella.

—No es nada —le restó importancia—. Ahora sí, debo irme o llegaré tarde —le avisó apurada tomando del mostrador su bolso. El reloj gritaba que tenía el tiempo justo, pero cuando vio a mi madre llena de pendientes se ofreció a darle una mano. 

—Ten mucho cuidado —le recomendó preocupada por haberla retrasado.

Pao asintió con una tierna sonrisa, restándole importancia, sonrisa que borró al atraparme estudiándola. Confieso que de no ser por la forma mágica que perdió el entusiasmo ni siquiera me habría dado cuenta mis ojos seguían puestos en ella. Yo agité mi cabeza, reprendiéndome a mis adentros. Ella en cambio irguió la espalda y alzó el mentón con toda propiedad.

—Hasta mañana —lanzó al aire, caminando orgullosa a la puerta.

—Hasta mañana —respondí igual de frío, sin mirarla.

Torcí los labios, no tenía idea de qué demonios estaba haciendo, a causa de mi distracción lo olvidé. Quise retomarlo, pero preferí luchar con mis deseos de alzar la mirada. Conté hasta diez. Uno, dos... Sin evitarlo fallé en el nueve. Por suerte, no estaba ahí para ser testigo de mi derrota. Suspiré aliviado.

—¿Puedo saber qué les pasa? —me interrogó mi madre apenas nos quedamos solos. Directa, todo lo contrario a mí que me hice el desentendido—. Al principio pensé que habían tenido un pequeño desacuerdo, como todas las parejas, pero ya llevan más de una semana sin dirigirse la palabra y empiezo a creer que es más grave de lo que imaginé.

Mucho más grave, para empezar ya ni siquiera estábamos juntos. Dios, qué mal se escuchaba.

—No pasó nada —inventé enseguida, pero mi tono me contradijo. Mamá afiló la mirada. No podía mentirle—. Solo no estamos de acuerdo en un punto y ya —resumí para no entrar en detalles.

—¿Y desde cuándo te enfadas cuando alguien no está de acuerdo contigo? —cuestionó extrañada, conociéndome.

—Desde que se trata de diferencias irreconciliables —concluí.

—Dios, ahora usas palabras cultas —se asombró.

Confieso que aunque quería seguir enfadado se me escapó una sonrisa tonta aceptando me había inspirado. Premio Cervantes allá voy.

—Ya ves, además de terminar con Pao acabé la primaria —noté de buen humor, pero ella no rio, todo lo contrario. Mi madre abrió los ojos sorprendida ante la noticia.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora