Capítulo 49 (Parte 1)

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La carga de adrenalina que me había inyectado conducir, así fueran apenas unas vueltas, no desapareció, todo lo contrario, contagió cada acción y me impidió borrar mi sonrisa de lunático durante todo el día

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La carga de adrenalina que me había inyectado conducir, así fueran apenas unas vueltas, no desapareció, todo lo contrario, contagió cada acción y me impidió borrar mi sonrisa de lunático durante todo el día. Era tal mi entusiasmo que ni siquiera me creí capaz de dormir. Por suerte, alguien compartió mi idea, lo descubrí con lo que encontré al llegar a casa.

Confieso que por un momento pensé tanta alegría me había vuelto loco y ahora era víctima de alucinaciones, pero cuando al empujar la puerta encontré bailando a Tía Rosy, en medio de la sala, supe que se trataba de la realidad. Mi imaginación aún no estaba tan desarrollada. A causa del espectáculo nadie se percató de mi llegada, a excepción de mi madre que estaba al costado de la entrada analizando curiosa, por no usar la palabra horrorizada, al club.

—¿Qué pasó? ¿Armaron fiesta porque creyeron moriría? —bromeé sorprendido apenas me dio un vistazo. Nunca me cruzó por la cabeza que los encontraría al regresar. A mamá no le dio risa mi chiste, de hecho hasta se le quitaron las ganas de saludarme. Me reprendió con la mirada—. Sí, tardé un poco, pero fue porque pasé a comprar...

—Idea de Pao —me informó, lavándose las manos. Reconsideré lo de la alucinación.

Y casi pude escucharla advertirme que yo sería el responsable que cada cosa que se dañara gracias a su locura. En realidad, apuesto quiso comprometerme, pero lo descartó adelantando no la escucharía apenas Pao se alejó del grupo y pude deslumbrarla por primera vez.

Entonces mi sonrisa idiota le dictó me había perdido, ni siquiera intentó sacarme de mi nube. Negó con la cabeza, seguro reprochándome lo débil que era a la belleza de una chica antes de dedicarle una sonrisa amable a Pao al marcharse.

—¿Ya pasamos al nivel de confianza en que armas fiestas en mi casa y ni siquiera me invitan? —le pregunté divertido, alzando un poco la voz para hacerme oír sobre la música, pese a no estar alta. Pao soltó una adorable risa encogiéndose de hombros.

—Pensé que después de un día pesado vendría bien un poco de diversión —alegó apoyándose en los brazos de la silla, inclinándose para verme directo a los ojos.

—Eso no suena a algo que harías —argumenté, conociéndola.

—Bien, en realidad, pensé que te animaría ver a todas las personas que te aman y están orgullosos de ti en este día —aceptó. Sonreí, escuchándola, eso sí tenía su nombre. Pao en verdad se esforzaba por alegrarme los días, convertir los momentos complejos en un buen recuerdo.

—¿Y verte preciosa era parte del plan o eso fue una casualidad? —le pregunté con una media sonrisa. Pao disimuló su sonrojo, fingiendo no le había afectado. Esa noche estaba hermosa con el cabello en ondas rozando sus hombros apenas cubiertos por dos delgados tirantes de su vestido blanco, la manera en que marcaba su cintura, pese a que el tul le daba un toque angelical, resultaron una mezcla de coquetería y dulzura.

El club de los rechazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora