Capitulo tres

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Abrí los ojos, encontrándome con un paisaje gris. La luz se cuela por algún lugar, iluminando de apoco mi alrededor sin ningún tipo de luz artificial para esclarecer paredes o lo que sea que hay más allá de la cama donde me encuentro acostada

Me removí sintiéndome incapaz de respirar. Al mover un músculo mi cuerpo entero punzó y un grito se ahogó en mi garganta seca. El dolor de un cuchillo clavándose en mi carne me nubló los sentidos

Exaltada quise moverme nuevamente, nuevamente quise gritar. Me quedé quieta, buscando que el dolor disminuya. Observé el techo blanco, con los ojos ardiendo

Cuando el dolor casi desapareció volví a moverme, con cuidado de no lastimarme aún más. Al llegar al borde de la cama caí, mordí mi labio reprimiendo el dolor, poniéndome de rodillas

Aún entre la oscuridad, pude ver la humedad en mi ropa, la cual se empapa a mis muslos

¡Sangre!

Quise gritar observando mis manos manchadas, del mismo tono que la mayor parte de mi ropa. Las ganas de llorar empañaron mis pupilas

Intenté ponerme de pie, apoyándome en la cama, ignorando el dolor. Aturdida, asustada y perdida miré a mi alrededor, al lograr mantenerme en pie encontré una ventana de la cual se cuela la luz de la luna gris

Me acerqué a ella a pasos pequeños, intentando ver fuera. Todo es oscuro, con apenas antorchas sobre los muros que rodean el lugar alumbrando los alrededores. Todo parecía tan lejano, la ventana del suelo, el suelo de la muralla, la muralla de los árboles

Mi cuerpo tembló, quizá por las brisa helada, talvez por el miedo

Esto no me puede estar pasado

-Señorita ¿Se encuentra bien?- pregunta una voz, proveniente de algún lugar

Mire a mi alrededor, asustada. Buscando la dueña de esa voz femenina. En medio de la oscuridad me fue casi imposible encontrar la madera hecha puerta en una de las paredes

La misma puerta tembló con un par de toques, la voz volvió

- ¿Está despierta? ¿Puedo entrar?

Me quedé quieta, sosteniendome de la ventana para no caer. Por mi mente, la imagen de esa cosa vaga. Estoy aquí gracias a eso, eso debe estar cerca

El tintineo de unas llaves me hizo retroceder, reprimiendo las ganas de hacerme un ovillo y fingir ser invisible.

En la oscuridad, pude divisar una figura entrar. Es alta y delgada, la silueta de su cabello se mueve con sus pasos. Se detuvo unos metros lejos de mí, entonces su mano se estiró hacia una de las paredes y la habitación entera se iluminó con luz pálida.

Me ardieron los ojos.

- Lo lamento- dijo, tomando un puñado de su cabello plateado, echándolo tras su espalda.

La observé en silencio. Sus ojos me recorrieron deteniendose en mis piernas, sabía lo que observaba, puedo sentir mi sangre caliente pero me negué a bajar la mirada.

- Ahí puedes darte un baño-dijo en voz baja, apuntando una puerta al otro lado de la habitación- cámbiate, dejaré la puerta abierta para que puedas bajar y comer algo- no fuí conciente del bulto de ropa en sus manos hasta que se acercó y lo dejó sobre la cama.

Cerró la puerta a su espalda, dejandome sola nuevamente.

Solté el aire retenido. Mi cuerpo tiembla y cada mínimo movimiento duele, mas me niego a seguir cubierta de sangre, el olor ha empezado a asquearme.

Caminé a pasos cortos hasta la puerta que ella indicó. Me encontré con una regadera blanca y una tina del mismo color, al extremo contrario un lavamanos y un retrete.

Nuestra Luna De Sangre Where stories live. Discover now