Capitulo Veinticuatro

31.5K 2.7K 301
                                    


•••

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

•••

Quedarme encerrada en un cuarto de seis metros cuadrados no es mi mejor manera de desperdiciar una bella tarde, lo decidí en cuanto me aburrí lo suficiente para interesarme en las puntadas de mi sábana. Una tarde soleada despues de tanta lluvia los últimos días no podía desperdiciarse así.

Salir y encontrarme con los padres del pulgoso tampoco son una opción. Entonces tengo dos opciones, o bien salgo por la ventana cayendo trece metros, o finjo demencia e ignoro a los presentes.

Luego de treinta minutos enumerando los pros y contras, me decidí por la segunda. Con la suficiente fe, no terminaré con algún hueso roto.

Luego de recoger mi cabello, salí de la seguridad de mi cuarto. Acción de la que me ví arrepentida en cuanto escuché la voz de dos mujeres en la sala, sosteniendo un modesta charla que tiene como tema principal a alguna mocosa insipida, completamente desesperante e inutil.

Encontrándome a mitad de camino y con las mejillas ardiendo en llamas, me dí una palmada sobre el hombro y continué con mi camino. Totalmente ofendida y con un nudo en la garganta.

Es frustrante mayormente porque ninguna me conoce realmente, también lo es porque no hay mucho que pueda hacer en sus contra, no si quiero seguir con vida.

Aún dudo sobre mi seguridad cerca del sarnoso, sé que tal concepto no existirá con ellas si llegase a lanzar una sola ofensa en sus contra.
Lo que algún día hice en contra de Gabriela fué alentado por un ataque de ira, pero ahora no tengo idea de dónde está Chase.

Cómo acto de autoconservación, pasé por sus lado sin siquiera mirarlas.

Carmín, ¿No te unes a nosotras?. — Pronunció Alicia.

Mordí mi lengua y continué mi camino sin detenerme, con la esperanza de ser ignorada y olvidada. No fué así.

—¿Eres sorda?.

— No. — Ladré.

— Ven a tomar té con nosotras entonces. — La mayor señaló la mesa, dónde una jarra de té helado suda.

— No. — Repetí.

— Eres muy grosera, ¿No crees?.

— No realmente. — Dije y rápidamente me alejé.

Guardé la esperanza de encontrar a Ben o Monserrat en la cocina, no lo hice.

Apenas me había acomodado sobre la encimera, mordiendo alguna galleta sin sabor cuando la madre del pulgoso entró, haciendo sonar sus tacones oscuros contra el piso, con su porte altivo y el veneno pintando sus ojos.

Mi estómago fué revuelto como si tuviera vida propia en cuanto ella se detuvo frente a mi, apoyando su delgada cadera contra la mesa.

— No nos hemos presentado correctamente. — Habló detenidamente, con un tono sueve en la voz. — Culpo de eso completamente al mal educado de mi hijo, es tan... Difícil.

Nuestra Luna De Sangre Where stories live. Discover now