Capitulo Seis

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Perdí la cuenta de las veces que rodé sobre la cama. No tenía paz, mi cabeza no deja de rebotar entre diferentes pensamientos.

"Reencarnación"

La palabra nunca se había repetido en mi cerebro durante diecisiete años tanto como en las últimas tres horas.

Sentía náuseas, un revoltijo interior, y ni siquiera cené.

Apreté los ojos, manteniendome quieta, esperando que el sueño llegue, pero no fue así.

Vi la noche envejecer y mañana llegar, sin dormir un solo minuto, cuando la mansión se llenó de pasos y voces, supe que era hora de salir, intentar comer algo y asimilar la situación.

Quería convencerme, que, no era realmente tan extraño y malo como sonaba.

Me dí una larga ducha, dejando que el agua se lleve el cansancio y el desvelo.

Estaba cepillando mi cabello cuando toques sonaron al otro lado de la puerta. Dejé mi cabello medio enredado para ir a atender.

Al abrir la puerta me encontré con uno de los incontables guardias que custodian la mansión.

— Solicitan su presencia en el jardín frontal.

—¿Quién?

— El Alfa, por favor no se demore. — fue todo lo que dijo, luego se marchó.

Mordí mi labio inferior, dudando. No sé cómo enfrentarlo, no quiero hacerlo.

No me interesa cuánto crea conocerme, ni la historia que tuvo con alguien que tenía mi rostro, yo no soy algo que puede robar y mantener tras una vitrina.

Si, se lo dejaría claro.

Calcé mis zapatos, luego salí de la habitación.

En el trayecto hacia el jardín, pude darme cuanta de la ausencia de gran parte de los guardias.
Aunque al llegar a la puerta principal, los dos de siempre me abrieron la puerta, sin antes preguntar o dudarlo.

— Por aquí — un guardia me guío, llevándome  al lado izquierdo del jardín.

Es enorme, el rosal es la parte más pequeña de él, y está dividido por cercas o arbustos pequeños. No había tenido el interés en explorar más allá, y luego de mi escape, ni siquiera había vuelto a salir.

Al pasar por unos arbustos, me encontré con una mesa servida, un hombre en traje dándome la espalda y mi padre frente a él.

Sin pensarlo corrí en su dirección, al notar mi presencia, se puso de pie y sonrió.

— ¡Papá!— chille al caer en sus brazos.

Me aferré a él como si mi existencia dependiese de eso. Pude sentir su colonia una vez más, y me sentí segura.

— Marle — lo escuché suspirar contra mi cabello. — estás bien.

Asentí, negandome a alejarme de él, a abandonar su calor.

— Estás bien, ¿verdad? — indagó, fué fácil reconocer el temor en su voz

— Estoy bien. — asentí.

Nuestra Luna De Sangre Where stories live. Discover now