Capitulo siete

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Afuera la lluvia cae con fuerza, golpeando el tejado, aún con la ventana cerrada, el aire helado se cuela en mi habitación, enfriando mis pies descalzos.

Las nubes grises y la niebla cubriendo los árboles hasta volverlos imperceptibles a simple vista.
Al vivir en el pueblo, me encontraba atrapada entre la gruesa capa de humo, las calles solían ser abandonadas, deambular por ellas con este clima era confuso.

Con el recuerdo de una versión más joven mía y de los mellizos jugando a las escondidas entre la niebla, me deslicé por la pared de la ventana, sentandome sobre la alfombra.

La casa se encuentra envuelta en un silencio absoluto desde que la lluvia comenzó, hace una hora. He intentado ocupar mi tiempo inútil en alguna actividad mínimamente entretenida, sin éxito.
No encuentro una sola actividad que me difiera de quedarme en la cama lo que me resta de vida.

Jugué con el dobladillo de mi camiseta por un largo tiempo, hasta que perdí la noción del tiempo.

— Voy a volverme loca. — me dije.

Me envolví en un manta antes de salir de la habitación. A lo largo del pasillo que lleva a las escaleras, no pude encontrar a un solo guardia, lo cual es liberador pero extraño.
Luego de más de una semana, me había empezado acostumbrar a su presencia, logrando ignorarla en ocasiones incluso.

Fuí a la sala, siguiendo el pasillo derecho, había descubierto ese lugar la tarde anterior, nunca antes me había preguntado por la sala, y al encontrarla me di cuanta que no me había perdido de mucho. Es solitaria y deprimente, con dos sillones grandes y dos pequeños formando un gran cuadrado en el centro de esta, una mesa de cristal azulado en el medio sobre el que descansa un pequeño jarrón vacío.

Lo único interesante de ese lugar son las pinturas que cuelgan de las paredes, son extrañas, con un aspecto antiguo, lo que es atrayente a la vista.

El cuadro más grande tiene pintado en el lo que parece ser un mapa, pero en lugar de una línea punteada señalando el camino, son pisadas, y en lugar de islas con palmeras en ellas, hay montañas pintadas de gris, en lugar de "x" señalando el lugar, hay una salpicadura de pintura negra. Parece bastante normal, incluso aburrida, de no ser por las inscripciones en un lenguaje extraño, las cuales están escritas sobre partes del mapa, con una tinta casi transparente.

Suspiré sentandome sobre el apoyabrazos de uno de los sillones. No tengo la intención de quedarme el resto del día observando pinturas, por lo que volví a ponerme de pie y continuar mi recorrido.

Hay un pasillo estrecho en el extremo opuesto de la sala, continúe  por ahí, recorriendo con mis dedos la pintura perfecta,  poco más que pinturas abstractas vuelven "llamativo" el pasillo, las puertas en este son cafés y aburridas.

— "Benson Cementary" —  se leía en una placa sobre la última puerta.

No es diferente a las demás de no ser por la placa dorada. Pero el estar nombrada por sobre las demás me llamo la curiosidad.

Al comprobar la cerradura, ésta cedió. Una sopresa, la mayoría de las puertas a lo largo de la mansión suelen tener seguro.

Sin dudarlo la abrí. Su interior es sorprendentemente amplio, hay una mesa en el extremo derecho, con un tintero en él, un sillón personal de color caoba en el extremo opuesto, y al frente, se extienden libreros de más de dos metros de altura.

Una biblioteca.

Sonreí, me acerque a paso rápido a uno de los libreros, y mi decepción reemplazo mi alegría en segundos. No eran libros de historias y cuentos, solo diarios, algunos medio vacíos y escritos en una lengua rara, otros eran de instrucciones, libros sobre estrategia y algunos de filosofía, pero poco más.

Nuestra Luna De Sangre Where stories live. Discover now