Escuché historias que me parecían extrañas y tontas toda mi vida, historias que hablaban sobre una bestia que busca a una chica hecha para él.
Fuí incrédula.
Al verme reflejada en sus ojos petrificantes, me doy cuenta de lo tonta que fuí.
¿Cómo e...
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Bufé con los brazos cruzados todo el camino. Ben luce demasiado asustado y es horrible verlo tan pálido.
El pulgoso no está de buen humor ¿Y que importa? Nunca lo está.
Antes de que el pelirrojo se estacionara pude ver en el umbral de la puerta a Chase, de pie con los brazos cruzados.
— Va a desollarme. — balbuceó por cuarta vez Ben.
Abrí la puerta sin molestarme en tomar el paraguas que el pelirrojo me ofrece.
Estoy empapada, que caso tiene.
Le indicó a Ben que bajara del auto y éste aún con miedo lo hizo.
Conforme me fui acercando noté que tras Chase, apoyada en las escaleras se encuentra Gabriela, con mala cara, a su izquierda está Monserrat con la preocupación tatuada en sus ojos.
La expresión furiosa de Chase me puso nerviosa así que sonreí en un intento por calmarme o calmarlo, lo que funcione.
— Pensé que no volverías para el almuerzo...— dije intentando sonar relajada.
No prestó atención a mis palabras, no pude terminar la oración. Él caminó en mi dirección, con la diferencia que su atención no estaba precisamente en mí.
— ¡Mis órdenes se siguen al pie de la letra!— masculló antes de que su puño golpeara el vientre de Ben.
Lleve las manos a mi boca por el asombro, el pobre chico se retorció de dolor cuando Chase estampó un segundo puño.
—¡Chase! — grité.
— ¡Pusiste en riesgo su vida. Si algo le hubiese pasado tu miserable existencia no bastaría para pagar la suya!. — un golpe más, y un gemido ahogado.
—¡Chase para!— ordené.
— ¡Tu y yo hablaremos luego!—grito sin mirarme — ¡Repitelo!— volvió a gritarle.
Un cuarto golpe sonó, no pude más, las lágrimas empezaron a rodar por mi mejilla. Por impulso intenté llegar hasta él pero el pelirrojo me detuvo.
