CINCUENTA Y SEIS

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Elías.

—Cálmate primero.—suspira mi nona.—Desde que llegaste estay moviendo las patas como temblando, no sirve de nada que estés ansioso.

—No puedo controlar el nerviosismo.—muerdo el interior de mi mejilla.

—Si piensas en otra cosa, te vas a calmar.—sugiere, niego con la cabeza.

—No porque así se me va a pasar el enojo y se me va a olvidar porque tengo que reclamarle a mi mamá.—murmuró.

la oigo reír y a la vez niega con la cabeza.—Bueno, bueno.—oímos el sonido de las llaves, dirijo inmediatamente mis ojos a la entrada, por donde esta entrando mi mamá.

—Hola.—sonríe ella, se ve cansada.—¿Ya tomaron tecito?

—No.—dice la nona.—Voy a poner la tetera.

se levanta y se va, mientras mi mamá avanza hasta el sillón y deja sus cosas, desaparece unos minutos porque va al baño. Cuando vuelve me mira curiosa.

—¿Cómo te fue en el liceo, hijo?—se sienta frente a mí.—¿Ya te dieron las notas?

—Aún no.—susurró.—¿Podemos hablar? Pero de verdad hablar, no quiero que esquives el tema.

agranda sus ojos por unos segundos, pero termina asintiendo, sus manos van hacia su cuello y se da un pequeño masaje.

—¿Qué pasó? ¿Es sobre lo que quieres estudiar?—niego con la cabeza.—¿Entonces?

—¿Hablaste con la Abigail?—soy directo, aprieta sus labios en una fina línea.

—Sí.—responde sin titubear, espero a que continúe.—Supongo que te lo habrá dicho ella.

—No.—juego con mis dedos.—Me lo dijo la Samira. ¿Qué le dijiste, mamá?

sé que la decisión que tomó la Abi fue por su bien, pero tal vez exista la posibilidad que haya influido la conversación que tuvo con mi mamá por lo que necesito saber, si realmente se fue por lo que me dijo o por otra cosa.

—Le dije que no quería que estuviera cerca tuyo.—cierro los ojos, esperaba que no dijera eso.—No se lo dije de mala manera si eso es lo que piensas, jamás me atrevería a descalificar a alguien por sus enfermedades. Pero ella tenía conductas que no sólo la afectaban a ella, sino a su entorno... Como tú por ejemplo. Te vi tan feliz este último tiempo, pero me dio miedo que te volviera a hacer algo... Tu amiga, la Samira, me contó de sus trastornos y cosas horribles de ella, creo que algunas las exageró... No se lo agradezco, pero de alguna manera, me sirvió para protegerte.—suelta un suspiro.—Lo que mas me sorprendió es que ella lo aceptó fácilmente, sin reclamarme o insultarme, sólo aceptó todo lo que dije sin objeción, que incluso me hizo dudar si lo que estaba haciendo estuvo bien, pero mi mamá me contó que se fue hacia un hospital psiquiátrico y tal vez eso la impulsó a tomar la decisión, como también puede ser que no.

aprieto las manos en mis rodillas, ella tiene la vista fija en la mesa. Quiero decir tantas cosas, pero me contengo.

» Eres un bien chico, Elías.—murmura.—Por eso mucha gente te pasa a llevar, sé que no he sido una buena mamá porque te he mentido y obligado a hacer cosas que no quieres, pero en esto realmente quería protegerte. Tu papá también tuvo, y tiene, varios trastornos graves que me afectaban demasiado, no quería verte pasar por lo mismo que yo.—echo mi cabeza hacia atrás.

no sabía lo de mi papá, pero no me sorprende. La verdad es que ese señor no me interesa en lo absoluto y prefiero cortar todo tipo de comunicación con él y su familia.

lo demás me deja sin palabras, siento que debería gritarle y enojarme porque se metió en mi vida personal, pero a la vez no quiero hacerlo y no es porque piense que tenga razón, de hecho siento que todas las personas que juzgan a la Abi están equivocados.

mi nona sale de la cocina con la tetera y la pone en la mesa, mira a mi mamá y luego se devuelve a la cocina, yo por mi parte, la sigo para ayudarla.

—¿Tú lo sabiai, nona?—le preguntó en voz baja, tomó la panera y le voy echando pan.

—No.—se cruza de brazos.—¿Estay bien, niño?

—No sé, estoy triste pero no puedo enojarme... Me frustra no saber que decirle porque no quiero reclamarle.—tiro el pan con mas fuerza de la necesaria.

—¿Hay algo en especial que quieras decirle? Yo puedo decirlo por ti si te da pena.—eso me hace sonreír, pero niego con la cabeza.

—Gracias, nona.

va a decir algo, pero el sonido del teléfono de la casa la interrumpe, por lo que va hacia el living a contestar, pero ahí ya esta mi mamá.

dejo la panera en la mesa y voy por las tazas, cuando vuelvo encuentro a la nona hablando con mi mamá con expresión preocupada.

—Elías.—murmura mi mamá, alzó las cejas.—Tu amiga la Samira... Esta en el hospital.

ordenó la última taza y la miró confundido.—¿Qué le pasó?

—Se intento suicidar.—apenas escucho esas palabras contengo la respiración.

una sensación de culpabilidad inunda mi cuerpo e inmediatamente mi corazón late a toda velocidad.

—¿Ah...? ¿La Samira...?—balbuceó confundido, no puedo reaccionar.

—¿Quieres ir al hospital?—pregunta mi mamá.

no sé que decirle, estoy procesando la información.

sí, la Samira hizo un montón de weas que me hicieron daño a mí y a la persona que quiero, pero fue mi amiga, tuvimos años de amistad que no es algo que se pueda borrar. Me da miedo no volver a verla y que lo último que le dije fue que no quería hablar mas con ella.

—Sí...—susurró.

en unos pocos minutos ya estamos en el auto de mi mamá y nos dirigimos hacia no sé donde, estoy absorto en mi mente aunque la tengo en blanco, es como si no estuviera presente.

—Es mi culpa, mamá.—murmuró.—Le dije que no quería verla mas, fui malo con ella.—me tapo la cara.

—No te eches la culpa, amor.—siento su mano en mi nuca.—Tuviste tus motivos para sacarla de tu vida, no puedes crucificarte por alejarte de alguien que te hizo daño.

unas pequeñas lágrimas caen por mis mejillas mojando la palma de mis manos, me secó los ojos con fuerza y me paso el antebrazo por la nariz impidiendo que los mocos salgan.

cuando llegamos al hospital, se me aprieta el pecho. Sólo espero que esté bien.

nos dirigimos en silencio por los pasillos de la clínica, la mano de mi mamá en mi hombro me reconforta un poco.

cuando llegamos a la habitación veo a cinco personas hablando entre ellos, me quedo estático cuando distingos que son los chiquillos.

el Jorge, la Rosie, el Leo y la Romina están conversando con la hermana de la Samira.

llego hasta ellos y todos me miran sorprendidos, aplanó los labios incómodo.

—Hola.—murmuró.—¿Cómo está la Samira?—me dirijo hacia su hermana, ella me sonríe como puede, sus ojos están hinchados, supongo que por el llanto.

—Estable, perdió harta sangre... Pero la encontré a tiempo.—su barbilla tiembla.—Gracias por venir, Elías.

—Que alivio.—murmuró, me paso una mano por el pelo, observó de reojo a los cabros que me miran.

—Hola Elías.—dicen al unísono, me doy vuelta y los miro.

—Tanto tiempo.—comenta el Leo.

—Sí, tanto tiempo.—murmura el Jorge, asiento despacio.

NO SEAI LLORONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora