EPÍLOGO

1.4K 153 138
                                    

nuestros pasos resuenan contra la vereda, la luz de los postes alumbra la espalda ancha del Elías, por unos segundos me quedo atrás para admirarlo desde atrás, luego acelero mis pasos para estar a su lado, gira su rostro y me sonríe entornando sus ojos. Nuestras manos se rozan, antes de que yo la quite, él se apresura a entrelazarlas.

nos detenemos, y aunque no pase ningún auto, miramos hacia ambos lados antes de cruzar. A lo lejos observó el mirador, sigue con la misma luz tenue, creo que lo único nuevo es que ahora hay un basurero. Suelto su mano para acercarme las barandas con cuidados de no tocarlas porque quien sabe quién toco eso.

—¿Hace cuánto que no veniai?—pregunta el ex-teñido, acercándose a mí, pero a la vez manteniendo una pequeña distancia.

—Hace como... La última vez que vinimos con la contigo, la Mai y el Salva.—asiento para mí misma.—¿Y tú?

—Hace como un mes con la...—no sigue hablando lo que me hace reír.

—Ah, ¿Aquí veniai a comerte con la Maite?—inquiero divertida, observó de reojo cómo se tapa la cara porque se ha puesto rojo.

—¡No!—niega efusivamente con la cabeza.—Sólo vinimos a fumar y hablar de la vida.

—Sí, hablar de la vida...—lo molesto. Me divierte la situación por lo nervioso que se pone al tratar de darme explicaciones cuando yo no se las he pedido. Fue incómodo al principio, pero ya no me importa. Es obvio que el Elías tenía que seguir adelante, luego de que yo me fui, no sería tan care' raja al reclamarle esto.—Uhm, ¿Volviste a fumar?—ahora sí, lo observó fijamente.

—A veces, cuando necesitaba relajarme.—asiento despacio.—Y de verdad solo hablábamos de la vida, te lo juro.—estira su meñique y me lo pone a centímetros de la cara, tal como lo hizo la Mai hace unos años.

—Te estoy molestando... Es tu vida, Elías, y yo no soy quien para refutarte lo que hiciste o no.—me encojo de hombros.

—Bueno...—acepta.—¿Y tú...? ¿Tú estuviste con alguien?—se pone medio tímido por lo que rió.

—No.—me encojo de hombros de nuevo.

—Eso me hace sentir peor.—se vuelve a tapar la cara, ruedo los ojos divertida.

—Pero Elías...—murmuro negando con la cabeza.—No te sientas mal por eso, no es como si yo te hubiera dicho que me esperarai. Seguiste con tu vida... Y de verdad, me alegra que lo hayai hecho.—miento un poco, o sea, si me hizo feliz no ser como un fantasma de su pasado que no lo dejara avanzar, pero igual fue un poco doloroso que lo hiciera. No sé, si me explico.

—Si me lo hubierai dicho, te habría esperado.—se cruza de brazos, hago un mohín.—No me mirís así, si me gustabai, harto así que lo habría hecho.—es ridículo.

—¿Te gustaba? ¿Ya no?—alzo las cejas.

la verdad no hemos hablado mucho de nosotros, ni de como nos sentimos, no sé si aún le gusto o sólo estamos en plan de amigos-amigos, no amigos como lo éramos antes. Sé que a mí me gusta, pero si yo no a él, no es como si se fuera a acabar el mundo... Bueno, no sé, nunca he sido rechazada como para saber que se siente.

—Todavía me gustas, Abi.—murmura despacio, reprimo una sonrisa. Se volvió a poner nervioso, no sé porque está tan nervioso últimamente.—¿Yo a ti?—pregunta bajito.

—Mmm, tal vez.—miro hacia otro lado, entrecierra los ojos.—Si me gustai.—lo hace sonreír.

—A ver, si yo te gusto... Y tú me gustai, mucho... ¿Por qué no pololeamos?—alzó las cejas.—O sea, ¿Querís pololear conmigo?

—¿Qué pasa si digo que no?—inquiero ladeando la cabeza.

—¿Querís decir que no a esta tremenda oportunidad?—se lleva una mano al pecho ofendido.

—¿Tú de verdad querís pololear conmigo?—inquiero de nuevo, ahora un poco más insegura.

—Obvio que quiero, tonta.—se acerca a mí, pasa sus manos por mi espalda baja y me acerca a él.

—Tss...—inflo las mejillas.—Ya, bueno. Si quiero.

—Entonces, si estamos pololeando ¿Puedo darte un beso?—se acerca haciendo que nuestras narices casi se rocen.

no digo nada porque junto nuestros labios, inmediatamente cierro los ojos. Mis manos se quedan en su cuello, sus manos se meten debajo de mi poleron y se posan en mi cadera. Me sorprendo cuando al separarse de mí, muerde ligeramente mi labio inferior. Entornó los ojos y me alejo de él un poco.

—¿Por qué hiciste eso?

—Mmm, porque sí.—se ríe nervioso.—¿Te gustó?

—Sí.—admito, haciendo que suspire aliviado.

sus manos suben hasta mi cara y las deja en mis mejillas, apretándolas un poco.—No volvai a irte.—susurra.

sus palabras envían escalofríos a mi espalda y varias corrientes eléctricas. Mi corazón late desbocado.—No lo haré.

poso mis manos en su pecho y puedo sentir los latidos de su corazón, una sensación cálida se instala en mí. Se alza un poco y deja un beso en mi frente.

—Mi frentona favorita.—se separa con una sonrisa burlona.

—No soy frentona.—me alejó de él y comienzo a caminar hacia las calles.

—Tenís razón, no erís frentona.—se acerca a mí y entrelaza nuestras manos, nuevamente cruzamos la calle.

(...)

muerdo mi labio inferior nerviosa, mientras atravesamos el umbral de la casa del Elías, estoy detrás de él, sus manos sostienen las mías mientras me guía hacia adentro.

—¡Nona, llegué!—grita él.

—Tss, que te demoraste... ¿De nuevo estabai con la niñita? ¿Me vai a contar ahora...?—reprimo una risa cuando lo siento tensarse.

—Nona...—murmura entre dientes.—Te quiero mostrar a alguien.

—Mmm, a ver ¿Quién?—siento sus pasos, él tira despacio mis manos haciendo que me ponga a su lado. La cara de la señora Eva es de sorpresa pura, mira a su nieto y luego me mira a mí.

—Es la Abi, mi polola.—siento mis mejillas calentarse un poco ante como me llamo, se siente raro.

—¿Tu polola?—se lleva las manos a la cara y me preocupo al tiro cuando se le ponen los ojos llorosos.—Están tan grandes.—se acerca a nosotros y nos abraza.

» Cabra ingrata ¿Hace cuánto llegaste?—se separa de nosotros.

—Hace dos semanas.—contesto.

—Bueno, no te voy a reclamar porque ahora son pololos... Me alegro mucho.—aprieta nuestras mejillas.—Ya, justo estaba horneando un pie de limón... Así que pasen a comer.

mientras nos sentamos en la mesa observó al Elías reprocharle a su nona que porqué dijo eso cuando entró, mientras ella le dice que eso pasaba por no contarle las cosas, lo que me causaba gracia.

mis ojos bajan a nuestras manos entrelazadas, como mi piel contrasta con la suya y nuestros dedos se juntan. Se siente tan cálido y cómodo, no quiero irme nunca más.

—¿En qué pensai?—me pregunta el ex-teñido.

—En lo cómoda que me siento contigo.—apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos, poco después siento que me brinda pequeñas caricias en la espalda.

sí, estoy tan cómoda con él.




fin.

NO SEAI LLORONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora