Nakahara Kenta un frío y agresivo omega que desprecia a los alfas que abusan de su género, conoce por temas de negocios al traficante de armas Aizome Kazuna, un alfa que tras no encontar a su pareja destinada decide simplemente divertirse con quién...
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*Kazuna*
Saqué la pistola que siempre traigo conmigo y empecé a disparar, ¿Qué diablos pasaba? Me había asegurado de que la tarde estuviera tranquila, sabía muy bien que tanto mi cabeza, la de Hikaru y la de Ayato, no eran cualquier cabeza.
Cuando volví a estar detrás de la mesa ví al niño a mi lado, estaba en total pánico, tapaba sus oídos con fuerza y respiraba a toda velocidad.
Claramente no está acostumbrado a esto.
– Respira, tranquilo todo va ha estar bien – dije tratando de calmarlo.
Estoy seguro que nunca tuvo que estar involucrado en algo así... Realmente Kenta ha dedicado su vida a qué este niño viva lo más tranquilo posible.
Miré a mi amigo, se encontraba en las mismas condiciones que yo y la chica que había en la cafetería estaba escondida detrás del mostrador. Bien no había nadie herido.
La lluvia de balas no cesaba, pero en algún punto todo empezaba a tranquilizarse. Dejé de disparar al ver cómo una figura inconfundible se acercaba a las puertas de cristal con alguien a rastro.
Oh!! eso tiene que doler.
Al abrirse la puerta lo primero que se escuchó fue:
– AYATO!!! – Espetó muy cabreado.
El omega irradiaba furia y se la estaba desquitando con el golpeado hombre que traía arrastrando por los pelos. Ayato al escuchar a su hermano se tensó.
¿Le tenía miedo?
Tomé la mano del pequeño y la apreté con fuerza. El chico levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos.
– Todo va ha estar bien – fue lo único que pude decir.
Y lo entiendo, ese miedo que tenía a su hermano al verlo en tal estado. El omega no era ninguna broma, se veía muy furioso. Hasta yo le respetaba. Sabía que un Kenta cabreado y molesto no era fácil.
Junto a Ayato me levanté y Kenta nos miró. Viendo que todo estaba bien y no había heridas en su hermanito, tiró del que traía a rastro y este chocó con el duro piso.
– Bien habla! – Kenta miró al hombre con ganas de asesinarlo en ese instante.
Hikaru se acercó a nosotros y vi como enseguida revisaba al pequeño alfa en busca de algún rasguño o herida.
Tal vez no era imposible para Ayato.
– ¿Eres mudo? – preguntó el omega al hombre mientras lo pateaba en el estómago.
Al no recibir respuesta Kenta empezó a reír y se agachó para estar a la altura del hombre.