Nakahara Kenta un frío y agresivo omega que desprecia a los alfas que abusan de su género, conoce por temas de negocios al traficante de armas Aizome Kazuna, un alfa que tras no encontar a su pareja destinada decide simplemente divertirse con quién...
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*Kazuna*
Preocupado, muy preocupado era como yo me encontraba. Caminaba de un lado al otro en mi apartamento.
Tomé mi teléfono para llamar a Ayato, no podía seguir así, tenía que saber si Ken había llegado bien. A los tres tonos cogió la llamada.
– Dios! Ayato dime qué Ken está en casa!!
– No, no ha llegado, estaba a punto de llamarte, ya que eso era preocupante, porque le llamaba a él y no me cogía el teléfono.
– Mierda Ayato, cuando nos despedimos no estaba bien...
– ¿Que pasó? Me estás asustando...
– ... Todo estaba bien, pero cuando hablamos de cachorros ya no.
– MIERDA KAZUNA, MIERDA – Gritó Ayato como nunca lo había escuchado. – Rápido hay que localizarlo ya!!!
– Bien.
Colgué la llamada y marqué el número de Ken. Mientras, salía a toda velocidad del apartamento y me metía en el auto. Nada... NADA!!! NO ME COGÍA LA PUTA LLAMADA!!
Intenté una y otra vez y nada. Llamé a Hikaru en total pánico y me dijo que me clamara, que él iría con Ayato para ayudarlo y calmarlo.
Conducí a todos los lugares que me había dicho Ayato que a el omega le agradaba y tampoco. Al mismo tiempo no paraba de llamar con la esperanza de que me cogiera la llamada. Por un momento me calmé y pensé. Si fueras Kenta ¿A dónde irías a relajarte?
...El lago...
Dios!! Tal vez está ahí.
Manejé tan rápido como pude excediendo todo límite de velocidad y saltándome todos los semáforos. Al llegar, ví su auto estacionado y a lo lejos debajo del árbol, ví a una figura parada allí.
Gracias a Dios.
Escribí un mensaje a Ayato diciendo que lo había encontrado para que ya no se preocupara más y caminé hasta el hombre que no se veía nada bien y sostenía una botella de vodka como si su vida dependiera de ello.
– Ken... – susurré suavemente.
– Vete... No quiero ver a nadie – dijo entre balbuceos, pero aún así, su tono era brusco.
– Ken por favor, vamos a- – no terminé de hablar.
– Dije que te fueras!!! – soltó mientras agarraba con fuerza el cuello de mi camisa. Sus ojos estaban desenfocados, pupilas dilatadas, ojos rojos de tanto llorar y apestaba a alcohol. Kenta en estos momentos era un total desastre.
– No, no me iré y te dejaré aquí solo – dije con seguridad, aunque mi cuello estaba siendo casi aplastado por el agarre del omega a mi camisa.
– ¿Por qué?... ¿POR QUÉ TE QUEDAS? ¿NO VES COMO SOY?