CAPÍTULO 19

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Un viento barnizado de partículas de agua acarició las mejillas de Lucas, lo que le advirtió de un intermitente vendaval

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Un viento barnizado de partículas de agua acarició las mejillas de Lucas, lo que le advirtió de un intermitente vendaval. El ruido del mar se postulaba para ser cómplice en sus aventuras y el eco del agua salina, golpeando cada vez más cerca de sus pies, les proporcionaba un confort mayor ante la necesidad de mantener un bajo perfil. Faltaba poco para que los primeros rayos del sol empezaran a brotar del horizonte y que el velo de la oscuridad diera indicios de quedarse nulo para cubrirlos. Lucas notó cómo las nubes comenzaban a manifestarse y a moverse sobre su cabeza, mostrando unos tonos índigos en el cielo. Iker y Daniel miraron al sujeto a sus pies y este los intentó esclarecer tras el deslumbre esmeralda a su llegada. Lo hizo con una expresión de miedo incalculable, pues la claridad de la escena aún era tan penumbrosa como para no distinguir entre unas figuras humanas o algunos entes desconocidos. Después de todo, acababan de aparecerse de manera sobrenatural.

El ahora amedrentado líder del grupo empezó a imitar los pasos de su manada y comenzó la retirada a pie, trastabillando primero de espaldas y luego a gatas, para después ponerse en marcha con esfuerzo y sobresalto.

―¡Iker, no dejes que se vaya! ―gritó Lucas, desesperado al percibir la sombra que se escabullía delante de él. La inseguridad lo invadió, así que prefirió dejárselo a su amigo, pues no quería amputarle las piernas por un error técnico como lo había hecho con la camioneta.

Iker, de inmediato, encendió su luz en el antebrazo para atender al llamado de este. Para ese entonces, el sujeto ya iba arrastrándose sobre una duna de arena rumbo a un camino que se extendía acompañado de pinos al lado del hospital abandonado. Sin meditarlo demasiado, sus pensamientos improvisaron y el sentido común tomó control de sus acciones, haciéndolo usar la misma técnica con que había sujetado al doctor Rivera. Por un momento pareció imposible que aquello funcionase, ya que el sujeto se miraba muy a la distancia. Pero, sin problema alguno, las leyes de la física fueron quebrantadas: a manera de un topo, las cadenas se estiraron y atravesaron la superficie del suelo, introduciéndose a su interior hasta llegarle al sujeto desde abajo, a los cuantos metros que se encontraba corriendo. El hilo de esmeraldas cadenas señaló el camino hasta donde había tropezado, al mismo tiempo que un gemido y un ruido seco anunciaban su caída de bruces; señal que tomaron en cuenta para aproximarse hasta él con prisa.

Siguieron el rastro brillante que se iba acortando, sin saber mucho de lo que estaba pasando ahí y moviendo la arena conforme Iker avanzaba hasta su punto de anclaje. Pronto así, el cuarteto estuvo reunido una vez más.

―¿Y él quién es? ―arremetió Iker tras converger a paso veloz en la misma dirección.

―No estamos seguros ―habló Lucas por él y Alan―, pero sabe qué fue de Erick.

―¿No lo encontraron? ―inquirió Iker, casi a la par Daniel.

―No, pero estuvo aquí ―continuó mientras jalaba aire para sostenerse―. ¿Y alguien me explica cómo hicieron eso? ¿Cómo es que sabían que necesitábamos ayuda? ―culminó, ilustrado por la magnificencia del recuerdo de su entrada.

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