CAPÍTULO 20

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El preámbulo que se escabulló después de que Lucas y el resto dieran un respingón, fue suficiente como para dejar atravesado a todo el grupo con la incertidumbre

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El preámbulo que se escabulló después de que Lucas y el resto dieran un respingón, fue suficiente como para dejar atravesado a todo el grupo con la incertidumbre. Siguieron tocando a recio modo a partir de ese perturbador momento como si algo terrible les estuviera pasando en el interior. Un dato curioso fue que no hubo voces ni algún otro sonido fuera del constante golpeteo de algo que, con seguridad, eran manos y tal vez alguna que otra parte del cuerpo colándose. Daniel y Alan recapacitaron, pues el ímpetu con que se acentuaban los golpes llegó a tal punto en el que les fue imposible imaginarse el estado en que se encontrarían esas personas drogadas. Alan no tuvo espacio siquiera para imaginar en qué situación se vería inmerso ahora, y sus instintos se antepusieron para advertirle que no era necesario arriesgar tanto por alguien como Erick. O mínimo, no arriesgarlo todo de un solo jalón.

Lucas volteó a verlos y pudo rectificar que llevaban los rostros consternados. Al mismo tiempo, sus pasos iban alejándolos cada vez más en dirección  hacia arriba, con sutiles y lentos movimientos en reversa.

―No abras eso ―se escapó de la boca de Daniel.

Al igual que su ausente amigo, Lucas aprendió a imitar la frialdad con que Iker dejaba pasar los comentarios de los demás sin remordimiento alguno. El golpeteo empezó a hacerse más insistente y a la par se marcaba más la retirada de los dos. El único con agallas suficientes acentuaba con mayor intensidad la mirada conforme cimbraba el entorno. Luchaba por no parpadear al ritmo de cada estrépito, en especial para no tener un pretexto con el que se diera cuenta de que, en efecto, el miedo se estaba haciendo presente. Antes de siquiera tener el chance de recordar lo que hace unos momentos le había subido a la cabeza, se armó de valor. Retrocedió casi en modo automático y ensartó un fuerte latigazo al cuadrado de metal frente a él, justo en donde se apreciaba una cerradura y un par de bisagras que mantenían impenetrable el lugar. Apenas y hubo tiempo de escucharse la advertencia del muchacho hacia aquellos que estaban tras la puerta, y por supuesto, menos lo hubo para que este fuera detenido frente a su repentina e insensata acción.

Un chisporroteo de energía celeste rasgó el áspero portón como unas garras de tigre lo hacen con la carne de su presa: ahora solo quedaba un boquete y un trío de amigos con los pelos de punta a la espera de lo que brotase de aquellas fauces negras.

―¡Estás loco! ―le gritó Alan, quien se encontraba casi hecho un ovillo de cuerpo entero con las manos cubriéndose las orejas.

―¡Lucas, qué te pasa! ―reaccionó acorde Daniel.

Por un momento lo sobrecogió la nitidez de la razón que tenían sus compañeros acerca de eso, pero ya había sido demasiado tarde. Lo último que necesitaba en ese instante era otra vez volverse a sentir poseído, pues, ahora, se enfrentaba a una mano desconocida que salía estirándose a cuentagotas a través del pequeño umbral.

Lucas y el resto retrocedieron, sin pensarlo mucho más de lo que lo habían hecho en un principio, y se irguieron casi hasta salir todos a la superficie: ahí donde la luz los ayudaba a sentirse más seguros. Pronto, la mano fue alcanzada por estos mismos rayos de sol que se colaban por entre recuadros vacíos, que en algún momento lucieron ventanales de las habitaciones que hubo en el pasado. La mano se transformó en un brazo y luego el brazo en medio cuerpo. Unas hebras de cabello desteñido y ondulado caían por un hombro revestido con telas desgarradas y maltrechas, como las que Lucas, Iker y Alan solían vestir en muchas ocasiones. Habían pasado por bastante, pero hasta ahora, mirar cómo una figura humana se alzaba de entre los escombros de algo que parecía la entrada al infierno, resultó mucho más impactante. Pegados a un pedazo de muro a medio caer, el trío de amigos miró cómo avanzaba una mujer hacia ellos a pasos atenuados y amenazantes, sin saber un poco de su intención, pues la larga cabellera castaña le tapaba la expresión de su cara.

Gárdeom: El legado de las estrellasOnde histórias criam vida. Descubra agora