CAPÍTULO 23

66 13 32
                                    

La cabeza le zumbó y le dio vueltas, al mismo tiempo que un calor intenso y breve desgarró su espalda

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La cabeza le zumbó y le dio vueltas, al mismo tiempo que un calor intenso y breve desgarró su espalda. Sus sentidos se vieron afectados por la caída y voltereta que se había dado, con lo que poco a poco fue captando los restos de comida embarrada debajo de todo su cuerpo. Los goggles que llevaba puestos le dificultaban orientarse con normalidad, y el cubrebocas grueso, que le llegaba hasta la nariz, arremetía contra su facilidad para respirar.

«¿Cómo pelea Erick con todo esto puesto?».

De pronto, el alboroto se enfocó en él, comenzando a moverse las mujeres despavoridas hacia el exterior, pasando por un lado de Lucas como si fuera un bicho asqueroso. El muchacho espabiló y saltó de la mesa donde se hallaba desparramado, así que las siguió con la mirada a través de un ventanal rugoso, el cual impedía ver la identidad de quienes estaban del otro lado. Incluso así, Lucas percibió a la multitud muy amedrentada, poniéndose de pie de sus asientos y con la defensiva en alto ante lo que había acontecido en la cocina; de ese modo, el muchacho hubiera preferido que se tratase de un bicho raro en lugar de él.

Apretó el cristal debajo de la chaqueta de cuero oscuro, con su mano enguantada y avanzando ya sin retorno hasta donde se posaría frente a todos: como si fuera a exponer clase ante excompañeros suyos, pero esta vez con un grado más alto de dificultad.

Eran alrededor de unos treinta hombres parados por un lado de sus sillas, con acérrimas miradas en dirección a él. Diferentes nacionalidades se apreciaban en sus rostros, como si fuera un congreso de las naciones unidas. Una mesa amplia de madera se centraba en medio del espacio restante de la habitación, recordándole a Lucas que se sentía justo así al momento: como el centro de atención tras aquella entrada súbita suya.

Al instante, todos los allí presentes desenvainaron sus armas de fuego de los pantalones finos. Lucas se estremeció por dentro y, gracias a Dios, las tapaduras en su cara evitaron que se notara la expresión de miedo que inundó su rostro. Levantó las manos y no movió músculo alguno de su lugar.

―¿Quién eres, imbécil? ―cuestionó severamente el que estaba más próximo a él.

Lucas sintió algo de frío por fin al desviar la mirada al agujero del cañón que anunciaba un potencial peligro.

―Tranquilo, tranquilo ―contestó algo más alterado de lo que quiso sonar―. Vengo «tranqui», amigos.

La voz sin rasgo alguno de miedo, o titubeo de estar parado cara a cara con alguien armado, se calcó en el muchacho. Al parecer, Lucas sí había puesto bastante atención a los gestos de su amigo, aunque igual y le hizo falta algo de firmeza.

―¡Eres tú! ¡El idiota del barco! ―exclamó el hombre que había hablado con Lucas, que portaba un traje blanco con corbata azul.

El rostro de aquel sujeto se miraba muy contrastante con su atuendo, pues llevaba tatuada parte de la cara y agujeros grandes en las orejas, señal de haber usado un buen tiempo expansiones, además de que su corte de cabello era mucho más fresco y tribal; realzándosele un aspecto de pandillero bien cuidado, gracias también a su forma de hablar.

Gárdeom: El legado de las estrellasWhere stories live. Discover now