*E X T R A*

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Antes de leer: Quiero darles nuevamente las gracias por todo el amor que le dieron a mi historia. En serio estoy sumamente feliz, por eso, para celebrar las 10k de leídas algunas de ustedes me pidieron un extra del casamiento de mis bebés y pues, ¿quién soy yo para negarselos? Espero que lo disfruten así como yo disfruté escribirlo. Sin más preámbulos, lean este hermoso extra.

***

—¡Andrea María Mendoza Hernandez! —grita mamá desde el otro lado de la puerta— Hazme el favor y abreme o buscaré a tu papá para que derribe la puerta.

¡Ja! Como si él pudiera. 

—¡Mami! —chillo— Supongo que no quieres entrar para limpiarme como cuando niña. —grito entre dientes cuando otro nuevo dolor llega a mi estómago.

—¡Por amor a Cristo, Andrea! ¡Abre ahora mismo! —vuelve a gritar usando ese usual tono de mamá a punto de perder los estribos.

—Mami, entiende que ni siquiera puedo levantarme de la poceta. —chillo como una niña berrinchuda.

Es que solo a mí, bueno a mí, al pato Lucas y al chavo, a nosotros tres nos pasan tantas desgracias.

—Cuidadito y tú decides ensuciar ese vestido porque desde ya te digo que así con el vestido manchado saldrás.

¡Iu! ¡Que asco!

Gruño cuando mis tripas vuelven a sonar por décima quinta vez.

¡Dios! Apiadate de mí por favor.
¡Ayudame! ¡Echame una mano! 

—¡Hija, por favor! Abre la puerta. —volvió a insistir como si yo de verdad no quisiera.

—Mami en serio que no puedo. —aprieto mis dientes por el dolor.

—¡Esos son los nervios prenupciales! —escucho la voz de Angie traspasar las paredes del baño.

Como a cambiado la mocosa en estos años. 

—Dinos, An. ¿qué malestar sientes? —aún del otro lado de la habitación puedo escuchar el toque de diversión que tiene esa pregunta.

—¡Estomacal, estúpida! —bufo, blanqueando los ojos. La risa de Ana se puede escuchar en todo el lugar.

—Dilo sin miedo, sé que esa no es la palabra que quieres decir. —pincha, como siempre siendo la hermana mayor molesta.

—¡Dejala, hija! —la reprende mamá.

—¿Qué tienes, An? —esta vez quién pregunta es Angie, siguiéndole como siempre los pasos a Ursula.

—¡Diarrea, estúpidas! ¡Tengo diarrea el día de mi boda! —chillo apretando de nuevo los dientes cuando otro cólico me hace retorcerme por el dolor.

Y es que sí, Andrea Mendoza siempre la persiguen las desgracias, incluso minutos antes de su boda.

Los pongo en contexto; hace mucho pero mucho tiempo, en un lugar donde ni las moscas querían hacer apto de presencia, donde todo era caro, donde veías a maduro y chavez hasta en la sopa, en ese lugar dos jóvenes se reencontraron y comenzaron a vivir una historia de amor un tanto alocada y poco convencional. Ella, una ranita muy hermosa. Él, un sapito muy imbécil pero también guapo.

Bendita Obsesión✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora