*Capítulo 10*

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—¡Andrea!— escucho el grito de mamá y blanqueo los ojos.

Si es por ella todos los vecinos se enteran de todo gracias a sus gritos.

A veces siento que en vez de estar en mi casa estoy en un mercado vendiendo papas.

—¡Voy!— grito en respuesta.

Hay que ver que soy es descarada, ando quejándome de los gritos de mi madre y yo soy la primerita que le sigue los pasos. Bueno, de tal palo tal astilla.

Salgo de mi habitación y me dirijo hacia la sala donde mamá como de costumbre esta viendo su programa del día.

—Anda para donde los chinos de la esquina y compra una harina y una pasta que ya no hay— comenta entregándome su tarjeta sin dejar de mirar la televisión— Llevate tu tapa bocas y el gel antibacterial y no hables ni toques a nadie.

—¿Y Ana?— es lo único que le pregunto porque se que no me puedo quejar ni hacer mis berrinches delante de ella.

—Esta con Angie en la casa de la señora Carmen.

Se supone que estamos en cuarentena, gente. ¿Qué hace Ana y Angie en la casa de la abuela de Gabo?
O sea, mis hermanas pueden salir aunque sea a visitar a la vecina pero yo no puedo ir a visitar a Daniel.
¡Que injusticia!

—¿Se supone que me dejarán estar en la calle?— pregunto con miedo.

La verdad es que no quisiera que me llevaran presa solo por salir a comprar una harina y una pasta.

—Si, esta semana es de flexibilización, así que anda a comprar lo que te dije y se te preguntan solo di que irás a comprar comida.

Suspiro e intento calmarme porque se que nada bueno ocurrirá si me quejo o le digo algo. Busco mi tapabocas en mi habitación y el pequeño pote de gel antibacterial y lo guardo en mi bolsillo, salgo de casa y me coloco el tapa bocas.

Bajo con calma las escaleras de la residencia hasta llegar a planta baja, cuando paso por en frente del guardia de la residencia este me detiene.

—¿Para donde va usted, señorita?

Pues a la playa a darme un bronceado, payaso.

¿Para donde cree que voy? Pues a comprar porque de resto no se puede hacer nada en cuarentena guardia chismoso.

Obviamente todo eso lo pensé en mi alocada mente porque ni loca me atrevo a decírselo de frente.

—Voy para donde los chinos a comprar.

—¿A comprar qué?

Berro, pana. Este guardia si es metiche.

¿Qué le importa a él lo que yo vaya a comprar donde los chinos?
¿A caso me va a dar plata o me va a pedir que también le compre algo?

—A comprar comida así que si no tiene más preguntas ya puedo irme porque las arepas de mi casa no se hacen con aire sino con harina y como no hay tengo que ir a comprar sino no desayunamos, así que deme permiso y déjeme pasar.

Increíblemente el guardia se echo a un lado sin decir nada y me dejo el camino libre.

¡Guao! Así que debería de poner carácter más seguido para que la gente deje de ser tan chismosa y deje de meterse en lo que no le incumbe.

Salí a la calle y comencé a caminar hacia la tienda de los chinos.

La verdad es que cada vez que veía un policía por la acera me ponía nerviosa pensando que me iba a llevar presa por no acatar la cuarentena.

Bendita Obsesión✔️Where stories live. Discover now