Cuatro.

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-Lo tengo, pero dudo que quieras presionarlo, no parece ser tu tipo de... movida.

John rió con amargura en su mente.

«Oh, Fox, si tú supieras»

Le respondió a Matthew con una mirada de desdén y se colocó sus audífonos para ignorarlo. Quería salir de la habitación, no soportaba estar allí con Fox haciendo ruido todo el tiempo solo para fastidiarlo, pero claro, como todo con aquel rubio era una competencia John no saldría de la habitación, era demasiado terco para eso.

Otra vez la jodida canción sobre desear ser alguien más estaba sonando, John la dejó, hoy tenía ganas de estar triste. Pensó en Matthew porque precisamente sus pensamientos casi siempre caían ahí por algún motivo. Matthew tenía una vida perfecta, tenía amigos geniales, era lindo, divertido, amable, podía salir con quién quisiera, podía amar libremente a quien quisiera... Libertad. Matthew era libre. John no lo era.

Recordaba muy claramente el momento en que su madre llegó a la casa escandalizada con la noticia de que Richard Fox tenía un hijo gay.

-El chico dijo que le gustaban los hombres ¿pueden creerlo? Gracias a Dios se le ha prohibido la entrada a al iglesia.

-Por Dios bendito en las alturas, nunca lo imaginé, pobre Richard.

Eso había respondido su padre.

En ese verano, una iglesia de la ciudad había organizado un viaje de campamento e invitaron a los jóvenes de la iglesia de John. En ese campamento se dio cuenta de muchas cosas, algunos de los más grandes se escapaban a beber y besarse en el bosque, y que entre las niñas y niños de su edad jugaban a la botella.

La cuarta noche del campamento alguien tocó la puerta de su cabaña, un castaño de ojos verdes le entregó un papel, John se había quedado mucho tiempo mirándolo sin agarrar el papel por lo que, obviamente, había quedado como un idiota. El papel era una invitación para ir a una cabaña vacía a comer y jugar, se veía bastante inocente. John y sus cinco compañeros de cabaña salieron de ahí a eso de las doce de la noche, al llegar al lugar había al menos 12 personas entre chicos y chicas, todos tenían entre 14 y 15 años por lo que había hormonas alborotadas por doquier.

Él buscó al castaño con la mirada, lo encontró en una esquina tomando algo con dos chicas más, no sabía cuánto tiempo se había quedando mirándolo pero debía ser bastante porque el chico había levantado la mirada hacía la puerta y le había sonreído. John se asustó al sentir que su estómago se había revuelto en ese instante.

La primera hora de la fiesta estuvo tranquila, comieron, jugaron cartas y bailaron, a eso de la 1 de la mañana John recuerda a una pelirroja agarrar una botella y proponer jugar, todos aceptaron. Cuando en una de las rondas vio que la botella se detuvo frente a él, se alarmó. Miró hacia al frente y se alarmó aún más, la pelirroja sonreía.

John negó con la cabeza.-No quiero besar una chica.

Ella lo miró con una ceja alzada.-¿Quieres besar a un chico entonces?

John no había dicho nada, la pregunta le había hecho pensar en el castaño de inmediato. Eso lo había asustado aún más, no podía querer besar a un chico, no de nuevo.

-No. No, nada de eso, no quiero besar a nadie.

-Okey.

John había mirado disimuladamente al castaño, él estaba viéndolo también y sonreía. «Dios mío» pensó.

El juego siguió un par de rondas más hasta que todo el mundo se aburrió, las luces que antes habían estado encendidas ahora estaban apagadas, la única iluminación era la luz de luna que se colaba por las ventanas. John estaba sentado con las piernas dobladas frente a él y con la espalda apoyada en la pared viendo a todos besarse con alguien, eso le hizo sentir envidia, él también quería besar a alguien.

Unos segundos después el castaño estaba a su lado.

-Hola.

Eso le había dicho, sonriendo. El nerviosismo se había apoderado de John, pero como pudo le respondió, estuvieron hablando unos minutos hasta que el castaño le preguntó que si podía besarle. John, que era un impulsivo, ni siquiera había respondido, simplemente se había lanzado sobre el castaño y lo había besado.

Ese día John McCain descubrió que no quería besar chicas nunca más, porque las chicas no le gustaban, ese día se dio cuenta que quería besar chicos, por lo que ese día fue cuando su vida se arruinó.

El mes siguiente era hora de que John empezara en el internado Bindson tal y como su hermano, su padre, sus tíos y su abuelo.

-John, por favor ten cuidado con ese Fox, mantente alejado de él, pídele a los profesores que no te coloquen junto a él en grupos de trabajo. Oraremos por ti cariño, trata de no estresarte demasiado.

John no sabía cómo carajo no iba a estresarse después de ver cómo su familia hablaba y trataba a los que eran como él. Su primer día en el internado Bindson estaba principalmente dedicado al tal Matthew Fox y hacer que este lo odiara. Cuando John se acercó a él no pudo evitar fijarse en Daniel, el primo de Matthew, quien al parecer estaba destinado a ser increíblemente atractivo desde su nacimiento o algo así. John tuvo un crush con él el primer mes de su estadía en Bindson.

Poco a poco se fue cansando, cansando de la iglesia, de sus padres, de fingir odiar a Fox, de fingir con el equipo de volley que le gustaban las chicas y sobretodo de fingir que era feliz cuando no podía ser más miserable.

«Oh, si supieran.»

the broken & the sinnerUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum