Treinta y dos.

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Lo bueno duraba poco.

Y a veces la vida era una mierda. Porque no solo hacía que lo bueno durara poco sino que te lo arrebataba de la manera más inesperada y dolorosa. Castigándote por atreverte a ser humano, por sentir y amar. Por querer cosas que nunca debía haber querido.

Eso fue lo que sintió John cuando llegó a casa luego de la escuela.

La semana de ensayos para la graduación llegaba a su fin. Sabiendo que era el último ensayo, y la última vez que se verían hasta la graduación, la profesora Smith y Rick habían organizado una pequeña despedida para ellos. Comida, bebidas y el espacio para que hicieran lo que quisieran. No recordaba haber pasado un buen rato con sus compañeros desde... bueno, desde nunca. Nunca se dio la oportunidad de socializar mucho ni mucho menos asistir a fiestas de sus compañeros, después de todo, estar todo el tiempo con el equipo parecía más que suficiente para no ser considerado un raro solitario. Fue entonces cuando la realidad lo golpeó como una roca. Había pasado sus años de escuela tan asustado que no se había dado la oportunidad de vivir. No había tenido relaciones de cualquier tipo, no tenía anécdotas que contar y ni siquiera había tenido la oportunidad de cometer errores. Simplemente no había nada. No había nada hasta que llegó Matthew.

Había cambiado su vida de maneras inimaginables y John no quería perderlo. Pero el momento en el que colocó un pie dentro de su casa supo que algo andaba mal. No. Desde que se despidió de Matthew en la escuela con un beso ya sentía que algo andaba mal. Como si de alguna manera fuese a ser el último.

A veces las personas tenían esa sensación extraña de que algo malo iba a pasar, y el día parecía confirmarlo. Un día que empezó como soleado y tranquilo pasó a ser gris y con un viento helado. El tiempo pareció detenerse en cuanto abrió la puerta y colocó un pie dentro de su casa. En la mesa del comedor estaba Jacob, mirando fijamente un cuadernillo en la mesa.

John no olvidaría nunca la expresión en su rostro y el vacío en sus ojos cuando lo miró.

—¿Qué pasa? —murmuró John con lentitud.

Jacob volvió a mirar el cuadernillo. John se acercó, cuando estuvo lo suficientemente cerca, supo que estaba jodido. El cuadernillo era su observador de registro disciplinario, donde la escuela registraba cada problema de comportamiento que tenían los estudiantes. Ahí estaba plasmada cada pelea con Matthew donde habían terminado en dirección disciplinaria y por supuesto estaban los registros de Rick en cuanto a su progreso al ser compañeros de habitación.

Mierda.

—Tengo curiosidad sobre cómo piensas explicar esto.

El tono que estaba usando lo hizo tragar y alejarse un poco de la mesa. Había furia contenida en él y John no quería desatarla.

No todo estaba perdido aún. Después de todo, ser el compañero de Matthew no significaba nada así que Jacob no tenía ninguna razón para pensar en otra cosa. Era posible que estuviera enojado por el hecho de que se lo hubiese ocultado, Jacob era... Jacob, después de todo.

—Nos obligaron a compartir habitación —dijo muy despacio.

—¿Por qué no nos lo dijiste?

Parecía estar perdiendo la paciencia, lo que asustó un poco a John.

—No era importante. Nos odiamos...

Jacob estampó su puño en la mesa y se levantó con una brusquedad que hizo a John encogerse un poco.

—¿Se odian tanto que llevas las dos últimas semanas paseándote por su maldita casa?

Mierda.

Mierda mierda mierda.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now