Catorce.

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Era martes, ese día todos estaban exaltados, más de lo normal. Había partido de vóleibol ese día, y si lo ganaban llegarían a la final.

Justamente John estaba vistiéndose para el partido. Estaba nervioso. Era un juego importante y no quería arruinarlo, por lo que estaba concentrado en no pensar mucho en la actitud extraña de Kevin y en lo que, impulsivamente, le había dicho a Fox el sábado anterior después de haberle quitado la corbata.

Habían pasado tres días y aún no sabía exactamente por qué lo había hecho. Tal vez la cercanía del momento haya sido demasiado seductora para su pobre cuerpo necesitado y su mente atrofiada por la cara bonita de Matthew. Estaba perdido. Esa atracción tan obvia que empezaba a no poder ocultar era demasiado peligrosa, por lo que tenía que tener mucho cuidado en lo que respecta a su compañero de habitación.

Era fácil, al menos teóricamente hablando, porque al momento de la práctica ese estúpido cabello rubio le revolvía el estómago de una forma que, para su desgracia, era placentera.

Y por eso mismo cuando Matthew entró a la habitación John no pudo evitar hablarle.

—¿Irás al partido?

—¿Quién? ¿Yo?

—No, Fox, la niña frente al closet.

—Un día de estos voy a creerme tus chistecitos y estaré tan asustado que iré a dormir contigo. Y tendrás que abrazarme porque soy un miedoso.

—¿Se supone que eso me detendrá?

Matthew levantó una ceja y replicó—Esperaba que sí.

Si tan sólo él supiera... Quiso decirle toda la verdad en ese momento solo para ver su reacción, pero el pensamiento se desvaneció al instante. En cambio sonrió y, sólo para molestarlo, susurró:

—Que fácil es ganarte.

Matthew bufó en respuesta y murmuró—Nadie te preguntó McCain... Y sí, iré. Y espero que le patees el culo al otro equipo o quien te pateará el culo seré yo.

Lo haría. No porque él se lo hubiese pedido, pero porque tenía que hacerlo. Si ganaban este partido llegarían a la final del torneo con una escuela de otra ciudad, era estresante pero tenía los ánimos al mil. Así que lo haría, les patearía el trasero.

—Eso va a ser difícil. El más bajo del otro equipo mide 1.76 y es una hormiga comparado con el resto.

Tenía que admitirlo, aunque tuviese los ánimos al mil, el otro equipo tenía varios jugadores de más de 1.80 y el mejor bloqueo de todo el interescolar. Atravesarlo sería difícil, Miles y Adam tenían excelentes remates pero John no estaba seguro de que pudieran lograrlo.

—¿Y qué? La altura no los hace buenos jugadores.

—Si llegaron hasta aquí definitivamente son buenos jugadores.

—Ustedes también lo son. O eso creo. Si llegaron hasta aquí.

—No tenemos nada tan poderoso como su bloqueo y eso es un problema. Y esto no es haikyuu.

Matthew bajó su celular y miró a John a la cara.

—¿Viste haikyuu?

—Juego vóleibol. Por supuesto que sí.

—Ja. Siempre he pensado que te pareces un poco a Kageyama.

Paró en seco de amarrar sus cordones y miró a Matthew con incredulidad.

—¿Me acabas de comparar con un personaje de anime?

—Te acabo de comparar con Kageyama Tobio. Es un cumplido, que no te sorprenda mucho.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now