Doce + Uno.

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La vida era una mierda y todo estaba de mal en peor. John llevaba aproximadamente una hora mirando el techo y reflexionando sobre todas las malas decisiones que había tomado alguna vez en su vida.

Tenía el presentimiento de que Kevin sabía su secreto, y eso era malo. Muy malo. Y aunque cabía la posibilidad de que estuviese equivocado, todas las pruebas indicaban que no era así.

Esa repentina preocupación sobre John y su estado de ánimo, las miradas curiosas tanto a la mentira que le contó a su familia como al rostro algo sonrojado luego de que Matthew Fox dijese alguna tonta insinuación.

Su imaginación siguió volando y volando pensando en cómo reaccionar y qué hacer si Kevin llegase a saberlo. Le diría que había enloquecido, tal vez fingiría no escucharlo o pretender que no sabía de lo que habla. Todo eso sumado al hecho de que Matthew le haya hecho una pregunta sin pies ni cabeza no lo dejaban dormir.

Y como si lo hubiese atraído con solo pensar en él: Matthew Fox llegó muy sonriente y con mirada brillante. Irradiaba felicidad. Por primera vez John no sintió envidia sino calidez en su interior. Si Fox podía tener mil mierdas encima y estar feliz entonces John también podía.

En ese momento sus preocupaciones quedaron a un lado y sólo tenía ojos para verlo tratando de quitarse la corbata sin borrar la sonrisa del rostro. John sonrió un poco cuando el rubio hizo un sonido de frustración. Al verlo sonreír frunció aún más el ceño y suspiró.

—¿Podrías...?

John asintió y Matthew se acercó sentándose en su cama. Tomó la corbata, la desató un poco y la sacó por la cabeza. Hubo un segundo en el que sus ojos encontraron los del rubio, los cuales estaban tan brillantes que tuvo que apartar la mirada o querría besarlo. Y eso era peligroso. Mucho.

—Gracias—dijo, pero no hizo ningún movimiento que indicara que fuese a levantarse. Solo se quedó allí con la corbata en mano y el ceño algo fruncido, definitivamente estaba pensando en algo. Hasta que fue interrumpido.

—¿Qué ibas a preguntar?—preguntó John.

—¿A qué te refieres?

—Cuando te di las llaves.

—Ah. Eso.

Sí, eso.

No tenía planeado preguntárselo pero ya que estaban en plan "hoy nos toleramos" decidió hacerlo.

—No importa, no creo que respondas de cualquier forma.

—Dilo de una vez —pidió con tono exigente.

(...)

Matthew sintió su estómago revolverse y no sabía si era por los nervios de hacer la pregunta o por la entera presencia de John y la forma en que había pedido que hablara. Lo que sí sabía es que no era una sensación mala, desgraciadamente, era todo lo contrario a eso.

—¿Por qué le mentiste a tus padres?

—Ya te lo dije. Arreglar ese desastre sería más estresante que compartir la habitación.

—De acuerdo. Ahora responde con la verdad.

John se paralizó y Matthew lo observó fijamente hasta que el pelinegro suspiró con rendición.

—¿Por qué te importa?

Sinceramente, ni siquiera él lo sabía. Solo era curiosidad. Más o menos.

—Ya te lo he dicho. Soy un chismoso.

—De acuerdo. Ahora responde con la verdad.

Uh.

Le había dado su propio caldo. Y se lo merecía. A él no debería importarle la relación de McCain con su familia, eso era algo privado. Y aún así quería saber.

(...)

—De acuerdo. Ahora responde con la verdad.

Fox se había callado y John supo que había ganado esa ronda, pero el rubio no se rendiría. Conociéndolo, lo molestaría hasta que se lo dijera.

—Después me lo dirás.

Sigue soñando Fox.

—Cállate.

Matthew le dio esa estúpida y linda sonrisa pícara.

—Callame.

Antes de siquiera pensar en lo que diría a continuación, bajó la mirada hacia los labios de Matthew y con desafío en sus ojos le dijo—: ¿Qué tanto puedes abrir la boca?

Los labios del otro chico se separaron lentamente para responder algo pero no salió sonido alguno de allí. Los cerró con la misma lentitud. El resto de su cara hablaba por sí sola, tenía unas ganas inmensas de reírse pero el hecho de que no se esperaba un comentario como ese de parte de John lo había dejado pasmado. Aún lo estaba cuando dos segundos después se levantó, fallando en retener la sonrisa que por fin salió. Le dio las buenas noches a John aún sonriendo y se fue a su cama.

Cuando John se lanzó a su cama y se cubrió con las sábanas se descubrió a sí mismo sonriendo y pensando en lo bien que le quedaba el traje a Matthew Fox.

Todo este jueguito va a terminar arruinando mi vida.

Estaba perfectamente consciente, lo sabía pero no le importaba. Si esos eran los planes de Dios, John no era nadie para cuestionarlo ¿verdad?

Sí, claro.

Obviamente todo eran puras fantasías estúpidas. No era sólo algo que John no podía permitirse tener, porque aunque pudiera no habría forma que Matthew Fox quisiera tener cualquier cosa con él.

Mientras tanto, Matthew ya en su cama apunto de dormir pensaba una y otra vez en por qué le había pedido a John que le desatara la corbata si él era perfectamente capaz de hacerlo solo.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now