Nueve.

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Irás, Matthew.

—No lo sé Bella...

—Sí, sí lo sabes. Irás. Tengo un exámen en quince, te quiero, adiós.

Y cortó la llamada. Genial. Justo lo que Matthew necesitaba, que Bella le obligara a no huir de sus problemas.

Habían pasado casi dos semanas desde el incidente de las ratas, gracias al universo habían vuelto a su habitación. Esas fueron dos semanas en las que Harry lo había dejado en paz y dos semanas en las que John McCain había sido como una presencia expectadora en su vida que se la pasaba mirándolo todo el tiempo, sin disimular siquiera. Pero eso no era raro, lo hacía todo el tiempo. Solo que había algo más, algo que Matthew no podía explicar y que hacía que su vena curiosa se disparara.

También fueron dos semanas donde su padre insistió con la cena. Su hermana decía que debía ir. No tenía que perdonarlo, solo tenía que escucharlo. Ella había dicho que papá se estaba esforzando por arreglar las cosas pero no iba a funcionar si Matthew se hacía el difícil. Y tenía razón. Aún así sentía que la brecha entre su padre y él era demasiado grande. Al Matthew del presente ya no le importaba pero el Matthew niño aún esperaba una disculpa sincera.

Seguía perdido en sus pensamientos cuando alguien abrió la puerta de golpe.

—¡Daniel Fox sal!

Era Gabe. Se veía alterado, su cabello estaba desordenado y tenía la cara como un tomate.

—Habitación equivocada creo.

Gabe lo ignoró y empezó a recorrer la habitación, abrió el closet y hasta revisó debajo de la cama, cuando no encontró nada se dio vuelta.

—¿Dónde está Dan?

Matthew frunció el ceño —Aquí no. ¿Qué pasa?

—Me besó.

Qué

—¿Qué?

—¿Qué de qué?

—¡¿Cómo que qué de qué?! ¡¿Dan te besó?!

Gabriel suspiró y se dejó caer en la cama.

—Estábamos jugando a lanzarnos bolitas de papel y no sé... me besó y ya.

—Ah... No entiendo.

—Yo estuve ahí y sigo sin entender... Agh lo detesto ¿Por qué lo hizo?

Oh Dios, para ser tan inteligente Gabriel era bastante idiota a veces.

Lo miró con su mejor cara de no-estás-hablando-en-serio —Oh, no lo sé Gabe, tal vez quiere que seas su nuevo chef... No me mires así, ahora es obvio que le gustas.

Gabriel era un terco de primera y  convencerlo de ver la verdad ante sus ojos no iba a ser fácil.

—Ya hablamos de esto. No. Le. Gusto. A. Dan. Fin de la conversación.

—Sí, sí le gustas. Quiere besarte, casarse contigo y que adopten dieciséis niños.

Gabriel lo miró confundido pero con una sonrisa cansada en el rostro.

—Lo único que quiere Dan conmigo es mi amistad y más nada Matthew.

—¿Se lo preguntaste?

—¿Por qué le preguntaría algo así?

—Entonces no lo sabes. Vamos.

Salió de la habitación con Gabe pisandole los talones.

—¿Dónde?

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now