Ocho.

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—¡McCain!

John se giró para ver a Kevin, el capitán, atravesando la cancha hacia él. Estaban en el entrenamiento normal de cada martes y todos estaban con ganas de lanzarse de la grada más alta. En el último partido habían ganado por un milagro y el entrenador no quería que volviera a pasar por lo que los estaba presionando más de lo normal. Lo único que hacía la situación más llevadera era Kevin, que por más gritos e insultos recibiera de parte del entrenador, siempre estaba dispuesto a hacer el ambiente algo más agradable para los demás.

Kevin al fin alcanzó a John y tomó la pelota que estaba a sus pies.

—¿Está todo bien?

John asintió —Sí, claro.

—¿Estás seguro? Sé que el entrenador está siendo bastante pesado pero te veo algo... distraído.

No, no estaba seguro. Sí, estaba distraído. Y como siempre todo era culpa de Matthew Fox, que en algún momento de la noche se había acurrucado a su lado. Cuando despertó, sintió el calor de un cuerpo y un ligero cosquilleo en el brazo producido por el cabello de Matthew. John se había quedado casi que petrificado, hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de contacto con otros chicos y nunca lo había tenido con el propio Matthew Fox. El momento se había sentido algo extraño e íntimo de alguna forma.

Ya habían pasado varias horas de aquello y su mente seguía reproduciendo el momento, sobretodo la imagen del cabello rubio y desordenado de Matthew, que por un momento había querido acariciar.

¿Qué demonios estoy pensando? Había pensado para luego levantarse de la cama antes de hacer algo estúpido.

Estaba algo asustado, no podía permitirse tener esos pensamientos sobre ningún chico, menos Matthew Fox.

Definitivamente nadie podía saber su secreto, sólo Hanna lo sabía. Hanna y Dios. Y también sólo Dios sabía lo que pasaría si su familia llegaba a enterarse, probablemente se arruinaría su futuro y el resto de su vida.

—Eh... ¿John?— El capitán estaba aún allí y ahora lo miraba más preocupado que antes.

—Todo está bien capitán.

Kevin asintió pero algo en su mirada le dijo a John que no le creía.

—Sabes qué hacer si necesitas algo.

Él asintió en respuesta y vio a Kevin irse a hablar con Adam con la preocupación aún brillando en su expresión. La primera vez pensó que era simple precaución de capitán pero ahora...

¿Y si él lo sabe?

Trató de dejar la paranoia a un lado.
No había forma en que Kevin supiera su secreto, era casi que imposible. Casi. Y ese casi era lo que le hacía preocuparse. Carajo. Si no tuviese esta familia podría decirle a todo el mundo que le gustaban los chicos, no tendría que preocuparse de si la gente se enteraba o no, y definitivamente no tendría que pasar sus días sintiéndose mal por "desobedecer la palabra de Dios" y más mierda homofoba de la que todo el tiempo hablaban sus padres.

Se sentía demasiado frustrado en ese momento, ya había un nudo formándose en su garganta y en sus ojos se acumulaban las lágrimas. No lloraría. Llorar hacía que la situación de viera demasiado trágica y hacía que John llamara la atención. No podía llamar la atención de nadie y que empezaran a hacer preguntas incómodas.

—¡Todos aquí!—gritó el entrenador.

Trató de calmarse mientras caminaba hacia la esquina donde iban a reunirse, alcanzó al resto del equipo y se quedó allí de pie aún tratando de volver en sí mismo.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now