Veinticinco

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El día del partido había llegado por fin, y con sorpresas.

John casi corrió por la cancha cuando vió a una chica de piel oscura con trenzas a lo lejos. La chica caminó más cerca y se dio cuenta que no se estaba volviendo loco, la chica era Hannah.

—Dime que no te escapaste.

—¿Yo? —dijo con extrema indignación fingida—. No sería capaz de algo así.

—Hannah...

Solo podía salir del orfanato con permisos especiales, sobretodo si tenía que viajar ya fuera para cosas de la escuela o de su padrino, y tenía que llevar consigo un acompañante.

Había casi que cruzado el país para visitar a su posible nueva madrina ya que la mujer quería conocerla. En aquel viaje había visitado a John (cuando su hermano casi lo manda infierno abajo). Se suponía que viajaría al orfanato en la mañana. De hecho, a esa hora debía estar devuelta ya. A menos que se hubiese escapado.

—No me escapé. Rora está por ahí, nuestro vuelo de retrasó.

Trató de ubicar a Rora, la acompañante de Hannah, pero con tanta gente caminando alrededor y sobre las gradas era difícil. Lo dejó así y rezó para que no estuviera mintiendo. A quien sí vio caminando alrededor de la cancha fue a Matthew. De solo verlo y recordar la noche anterior algo se revolvió en su estómago.

—Uh uh—exclamó Hannah, palmeando su brazo—. ¿Ese no es Matthew?

—Ajá.

—Viene hacia aquí.

Obviamente iba hacía allí. Últimamente la mala suerte de John iba solo en aumento. Matthew y Hannah hablando era un peligro ¿Y si Hannah decía algo humillante sobre él? No es como que no se hubiese humillado frente a él antes, pero la alarma estaba allí. Aunque su cerebro no parecía del todo alarmado porque rápidamente se vio distraído hacia Matthew y la sonrisa de medio lado que llevaba. Estaban a sólo unos pasos de distancia cuando John le sonrió de vuelta.

—Acabo de discutir con un imbécil del otro equipo en el estacionamiento. Prométeme que tratarás de golpearlo en la cara.

—¿Quién?

—El cinco. Está hablando con su entrenador ahora mismo.

Se giró y vio al chico del que Matthew hablaba, era alto y delgado con el pelo al ras.

—¿George Connor? Le encanta pelearse con todo el mundo, al nacer se abrió camino dando puñetazos —dijo Hannah de la nada.

Por qué Hannah conocía a George Connor si ni siquiera vivían en la misma ciudad John no lo sabía, pero así era ella, tenía una obsesión casi insana por saber todo sobre todo el mundo.

Matthew reparó en ella y le sonrió.

—Tú debes ser Hannah.

Le extendió la mano.

—La misma —respondió ella estrechándola—. Tu debes ser ese tal Matthew Fox del que tanto habla.

Padre amado. Por qué yo.

—¿Te habla de mi?

John le prestó especial atención cuando dijo eso y parecía que la idea le entusiasmaba. Su estómago se apretujó al entender lo que aquello implicaba.

—¡Todo el tiempo! Fox hizo esto Fox hizo lo otro Fox me hizo incendiar un edificio Fox infestó la habitación con ratas Matthew es no es así Matthew no me- ¡Ay! Amargado.

Lo único que se le había ocurrido para tratar de salvarse fue jalarle una trenza a Hannah, y había funcionado.

Más o menos.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now