Veintiocho.

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Una vez Matthew le había dicho a John, en aras de molestarlo, que era un cobarde. Resultaba que tenía razón. John McCain era el primero en huir cuando las cosas se ponían feas en vez de ser hombre y enfrentarlo con la cabeza en alto. Era la rata de barrio más escurridiza de todas.

Habían pasado dos días desde El Suceso, como había decidido llamarlo Matthew. Aquel día John no había llegado a dormir, al día siguiente tampoco se apareció, y este día tampoco. Tratar de atraparlo en clases había sido imposible, ya casi nadie iba a clase, era la última semana. Intentó perseguirlo por la escuela el día anterior, pero logró escabullirse de alguna forma. Y no contestó ninguno de sus doscientos mensajes.

Quizá estaba siendo demasiado dramático, pero no aceptaría que ese idiota haya dicho lo que dijo y haya huido sin dejarle responder ¡Ni siquiera le había dejado procesarlo! Y ahora estaba evitándolo a toda costa, si su plan era ignorarlo hasta que Matthew se fuera pues el barco se le iba a hundir.

Ya tenía un plan.

John tendría que buscar ropa en algún momento, así que Matthew había preparado el escenario perfecto. En el desayuno y almuerzo, se había sentado cerca a la mesa de Kevin (porque estaba seguro que con el se estaba ocultando), y con mucho disimulo soltó que esa noche dormiría con Dan y Gabe porque ya se habían llevado sus cosas, incluyendo su cama.

Para su sorpresa, había funcionado. Ver a John atravesar la puerta por el monitor de bebés que había comprado le hizo darse unas palmadas en la espalda mentales. Era un genio. Un genio que estaba mal de la cabeza, pero genio al fin y al cabo.

No sabía por qué, pero no se esperaba el pánico que se reflejó en los ojos de John cuando lo vio entrar en la habitación.

Al final se dejó caer en su cama y miró a Matthew como suplicándole.

—Matthew por favor-

—No. Ni se te ocurra. No pienso pretender que no pasó, no lo merezco y lo sabes.

Parecía que esa última frase le dio un golpe de realidad porque suspiró y asintió.

—¿Por qué no lo habías dicho antes? ¿Por qué no decirlo el día del partido?

—No quería que esto pasara.

Matthew tomó asiento a su lado, pero mirándolo directamente, aunque sólo veía su perfil porque John estaba enfrascado en huir de su mirada.

—¿Qué cosa?

—Esto ¡Todo esto! Estábamos bien y lo mandé todo al carajo porque- porque...

—¿Porque eres idiota?

La mirada que John le dirigió le dijo que no habría logrado su cometido de ser chistoso, pero al menos lo había mirado y ya no se veía como si estuviese sufriendo.

—¿Algo más o ya puedo irme?

—Solo una cosa ¿Estarías dispuesto a intentarlo si te digo que los sentimientos son mutuos?

Era una locura decir eso pero al carajo, no sabía que podía ocurrir en un futuro y si bien estaba la posibilidad de que todo terminara mal, pues lo superarían de alguna forma. No quería arrepentirse y preguntarse por lo que pudo haber sido. No quería matar a sus sentimientos o aplacarlos con cualquier otro. Tenía un corazón avaricioso, no se conformaría con menos.

Quizá no era la decisión más inteligente pero estaba cansado de reprimirse por todo, quizá algún día se arrepentiría pero mientras tanto solo le quedaba disfrutar lo que tenía.

—¿Lo son?

Matthew suspiró.

—Lo son.

John se quedó, literalmente, boquiabierto. Intentó hablar un par de veces hasta que por fin encontró su voz. Matthew quiso reírse pero eso solo lo estresaría más y ya lo había torturado demasiado esa noche.

—En ese caso... quiero intentarlo.

Ambos sabían el riesgo que eso conllevaba. La posibilidad de que la familia de John se enterara y el desastre que eso causaría en sus vidas, sabían que no lo tendrían fácil, tendrían que esconderse y pretender, y lidiar con todas las mentiras que contarían a sus amigos y familia. Pero habían aceptado y estaban dispuestos a hacer lo que hiciese falta para no perderse.

—De acuerdo pues, siendo así, tú y yo tendremos una cita el viernes. —dijo Matthew pasando las manos por su cintura y llevándolo hacia el.

—¿Cómo una cita, cita?

—¿Tú qué crees?

—Te odio —murmuró John sobre su boca antes de besarlo.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now