Dieciocho

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—Deberíamos irnos.

Matthew asintió, llevaban al menos un minuto en la escalera tratando de no reírse demasiado fuerte hasta que ambos se calmaron, con algo de incomodidad se soltaron y se sonrieron el uno al otro.

Sabía que no estaba imaginando cosas. Lo que había sentido en ese momento John no lo conocía muy bien, pero esa sensación en el estómago y el calor en su cuerpo tenía un nombre, y pronunciarlo solo lo complicaría todo aún más. En pro de su paz mental simplemente ignoró todo eso. Ya pensaría en ello más tarde.

Bajaron las escaleras y empezaron a recorrer el pasillo, caminaron hasta el otro lado de la escuela para llegar a la cancha y en consecuencia a los vestidores, donde Matthew se dirigió a unas cajas en una esquina y de una de ellas sacó comida y dulces.

—¿Hace cuánto está eso ahí?—dijo John frunciendo el ceño.

—Sigue comestible, no te preocupes.

Se acerca a una pequeña nevera que había en otra esquina, allí era donde el coach solía guardar sus bebidas energéticas y demás. Hasta donde John sabía, sólo el coach tenía la llave, al menos hasta que Matthew metió la mano en el bolsillo y sacó un juego de llaves, lo siguiente que John vio fue a Matthew con una botella de vodka y una sonrisa gigante.

—La última vez que tomé eso terminé confesando mi mayor secreto. A ti.

Eso no podía pasar de nuevo. Había un par, relacionados con el propio Matthew, que no tenía ninguna intención de revelar.

—Pues la soda será.

John, al ver que luchaba con cargar todo, se apresuró a ayudarle. Tomó la botella y esperó a que Matthew cerrara todo. No tenía muy en claro que harían ahora.

Se adentraron en el pseudo bosque de la escuela y caminaron hasta llegar a una pequeña mesa, la misma donde cierta ardilla había robado una pizza y bueno.

—¿Hace cuánto está esto aquí?

—Literalmente desde siempre ¿Alguna vez vas a algún lugar que no sea nuestra habitación o las aulas?

—No, de hecho no.

—Como sea. Siéntate. Con suerte no hay ninguna ardilla piromana suelta.

Ambos se sentaron, abrieron los paquetes de papas y la soda. El silencio empezó a hacerse un tanto incómodo mientras comían. Ahora ninguno sabía qué decir o hacer. Esta rara confianza no la habían tenido nunca y John tampoco era una persona muy parlanchina, por suerte Matthew nunca había tenido problemas para hacerle querer hablar.

—¿Puedo preguntar algo incómodo y que no es de mi incumbencia en absoluto?

—¿Desde cuándo pides permiso?

—Me parece prudente, estoy tratando de llevar la fiesta en paz.

—De acuerdo, dispara.

—¿Alguna vez has pensado en decírselo a tus padres?

Se quedó en completo silencio unos segundos antes de tomar un poco de soda.

—Lo he pensado, sí, pero nunca termina bien.

Matthew alzó la mirada algo sorprendido, como si no esperase que respondiera.

—¿Es demasiado imprudente de mi parte preguntar qué pasaría si lo hicieses?

Ya que estaban en buen término y habían llegado a un nivel de confianza nuevo John se sentía cómodo compartiendo cosas como esta con Matthew, después de todo él lo entendía y no se lo diría a nadie. No le quitaba ningún peso de los hombros, pero hacía el viaje más cómodo.

the broken & the sinnerWhere stories live. Discover now