06_Malestar tras malestar

125 30 71
                                    

Como si una niebla encarnada me envolviera, todo el mundo se vuelve rojizo. Pero no, no es niebla, esto es más acuoso y huele a oxido ¿Sangre? Por un segundo me parece ver a mi profesor con una mueca de terror en su rostro ¿Es por la impresión que la da verme mientras me desvanezco? o ¿es por el mal augurio de que esto comprenda el fin de su carrera docente?

Esa vocecita desesperada que grita mi nombre: "Catalina", ¿es real, o la estoy imaginando?

Aaah... mi muñeca y mi brazo punzan, arden... No entiendo ¿Por qué estoy aquí tirada? desangrándome...

Hace unas horas todo estaba... realmente las cosas no andaban bien, pero el asunto aún era sufrible... o quizás no.

----------------✧▣✧----------------

» El viernes llego y el maldito dolor que me había fustigado durante la semana no se iba «¡Argh!, no duele ¡el dolor es para los débiles!, ¡Ugh! al diablo». En cuanto comenzó el segundo descanso entre clases, me fui lo más rápido, que mis adoloridos miembros me permitieron, hacia el cuartucho medio acondicionado de la escuela que ostenta el pretencioso título de enfermería.

Esperaba conseguir algo de naproxeno o de perdida una aspirina, pero al llegar lo único que obtuve fue la puerta del consultorio cerrada a cal y canto ¡Inútil nutriólogo a cargo! nunca está en su puesto. Seguro se había ido a "platicar" con la bibliotecaria.

Estaba por irme, no sin antes maldecir al remedo de encargado, cuando unos espasmos repentinos me recorrieron desde la cabeza a la punta del pie. Por un momento sentí como si mis huesos quisieran salir de su lugar atravesando los músculos y desgarrándome la piel. Para no terminar retorciéndome como un gusano en el piso, tuve que recargarme contra la puerta del consultorio.

«¡Vamos Catalina! no seas quejica» estuve, así como un minuto, esperando que la molestia pasara. De pronto, comencé a escuchar un montón de alharaca de voces femeninas, seguida por el impacto de un cuerpo siendo acorralado a un costado del dispensario. «¡Ni un miserable minuto puedo tener en paz!» fastidiada estire un poco el cuerpo para ver quiénes eran las escandalosas, pero al estar al frente del consultorio y ellas a un costado, quedamos en un ángulo recto en el que no era posible que ellas ni yo nos viéramos.

—¿Q-qué pasa chicas?, ¿por qué me acorralan aquí?

Esa vocecita... sin duda era la Renacuaja la que estaba contra la pared, las otras sin temor a equivocarme eran las chismosas de Miranda, Brenda y demás tipas cargantes del salón.

—¡Lilianaaa! —habló en tono cantarín la voz que reconocí como la de Miranda —¡ya sabemos que te fuiste el otro día con Sergio! además se la han pasado muy juntitos últimamente ¡Uuui!

—¡No sólo se van juntos! el otro día también llegaron pegaditos a clases ¿Dónde estuvieron en la mañana, he?

—¿Cómo? ¡O sea que ya hasta amanecen juntos! Liliana quien te viera.

—Tan tranquilita que te veías...

—¿Qué? ¡Por Dios chicas! ¿De qué están hablando? ¡Nosotros no... ¡Nosotros no hemos hecho nada de eso!

—¡Ay, ajá! Ahora nos vas a decir que ni un beso se han dado.

—Pues no... Sergio y yo no tenemos ese tipo de relación, él simplemente es amable...

—¿Pues que rayos han estado haciendo todo este tiempo entonces?

—Bueno... La otra noche fuimos a comer pizza. Y hace unos días tuvimos que ir temprano al centro por... ¡Por material escolar! Si pasamos más tiempo juntos eso es por el proyecto del Profesor Martín.

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now