16_Jóvenes indolentes.

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Lili

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Lili

El terreno en que fue edificada nuestra escuela data de una expropiación producida a finales de los años 70s. Es por ello que consta de una gran extensión de tierra y aunque las instalaciones no sean precisamente de primera, son bastante amplias. Ejemplo de ello son las enormes canchas deportivas. A esta hora, en la que están desocupadas, Sergio y yo debemos vernos ínfimos al ser los únicos aquí recogiendo la basura del derredor.

Sobre nosotros luce un hermoso cielo azul totalmente despejado, el calor de la tarde es atenuado por una ligera brisa que despeina un poco. Sin duda un bello día que, lastimosamente, debemos apreciar desde el castigo. Ser la responsable de nuestra penosa situación me hace moverme con cierto aire pesaroso. Afortunadamente es diferente para Sergio, él parece estar de buen ánimo; fluye con el ambiente e incluso tararea alegremente:

—Recogiendo, recogiendo basura ¡La, la...! ¿Lili?, ¿qué sucede, por qué esa cara? ¿Te sientes mal?

Me pregunta, inquietándose de pronto al notarme cabizbaja.

—¿Eh? No, no. Estoy bien.

Contesto bastante apenada por hacerlo preocuparse innecesariamente. Sergio detiene la labor, haciendo a un lado su bolsa recolectora de basura (y conminándome a hacer lo mismo) encuentra mi mirada con la suya y me sonríe afablemente.

—No te preocupes Lili, si necesitas un descanso puedes dejarme el resto a mí.

—¡No! ¿Cómo crees? Si alguien merece descansar aquí, eres tú. De cualquier modo, es mi culpa que nos castigaran a todos. D-debí planear mejor las cosas para no entretenernos tanto tiempo afuera y también... podría haber sido menos blandengue y no confesar de inmediato porque no estábamos en clases. ¡En verdad lo siento mucho Sergio!

—Lili... no tienes que ofrecer ningún tipo de disculpas ¡No es para tanto! Digo, no es como si fuese la primera vez que Malena y yo somos castigados. De hecho, los dos somos clientes frecuentes de la prefecta Magali y sus castigos ¡Je, je!

—Sergio... en verdad eres muy amable, gracias. Tú... ehm... ¿Tú Crees que Catalina piense igual?

—¡Ja, ja! No.

—¿C-cómo?

—No creo que este tipo de situaciones sea algo que Catita deje pasar como si nada —Ay... N-no esperaba una respuesta tan honesta —¡No señor! No nuestra Catalina, es que ¿Viste su cara? ¡Estaba que echaba chispas! No sería raro que ya no le agrades, o que incluso te odie ¡O que...!

—¡Ya entendí! ¡Ya! Para, por favor, Sergio.

—¿Eh? ¡Ah! perdón Lili, creo que hable de más ¡Oh, por favor! no me mires con esos ojos desamparados, yo... eh... ¡Sólo bromeaba! Seguro que a Catita se le olvida todo esto para la hora del descanso.

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!حيث تعيش القصص. اكتشف الآن