02_Ayer en la noche

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Daban ya las 7:40 p.m. así que esperábamos la última clase del día cuando la orientadora entro a nuestro salón.

—El Profesor Manuel tuvo que retirarse temprano, pueden irse a casa jóvenes.

Puedo jurar que la orientadora no había terminado de pronunciar la última palabra cuando varios saltaron de sus asientos con agilidad sobrehumana arremolinándose a tropel en la salida. Otros por el contrario nos quedamos vagando por el pasillo sin saber muy bien qué hacer con la libertad anticipada, eso hasta que alguna idiota gritó: "¡Hay que jugar a la botella!"

Yo fui esa idiota.

Cuando propuse a las chicas jugar a la botella esperaba algo más como: "¡Te reto a cantar Firework al estilo Yoko Ono!", "¡a que no te comes este gusano!", "vamos, ¡baila la pelusa!" (Realmente me pregunto: ¿hay alguien que todavía baile la pelusa?, ¿lo hacen siquiera los niños en la primaria?). Ingenua como sólo yo para nada anticipe lo que sucedió a continuación.

Sólo verdades, ninguna de las participantes había solicitado un reto, bueno, lo de "verdades" era un decir pues realmente eran confesiones morbosas y turbias arrancadas por coerción y perversa insistencia. A Miranda le hicieron hablar sobre "esas técnicas" que empleaba para adelgazar, Brenda fue obligada a admitir (cierto o no) que tenía un sórdido sentimiento, por decir lo menos, por su hermanastro más pequeño, Carolina tuvo que responder a cuál de los compañeros le practicaría una felación. Claro que a todo lo declarado le restaron peso entre risitas socarronas y chistes de mal gusto. En cierto momento una de las chicas hizo el amago de abandonar el juego antes de que le tocase revelar algo vergonzoso, mala decisión, las demás se le fueron encima acribillándola con un montón de preguntas obscenas. No había escapatoria.

Ya ni siquiera se molestaban en girar la botella simplemente iban señalando a la próxima víctima. Todo esto era demasiado, la presión de esperar mi turno en el matadero aunado a las desagradables confesiones me estaba acelerando el pulso y revolviendo el estómago, me encontraba valorando si vomitar en medio de todas sería más digno que tener que responder a alguna guarrada cuando la estridente voz de Abigail me saco de mis desvaríos.

—¡Malena! te toca.

Pero, ¿Malena estaba en el juego? la hacía en el salón mensajeándose con su novio, no note el momento en que se unió al grupo.

—Dinos Malena... —El tono que empleaba Abigail para dirigirse a mi amiga estaba cargado de una autosuficiencia que denotaba como se estaba divirtiendo a costa de la humillación ajena.

Malena por su parte no parecía para nada impresionada por el ambiente pesado que se había formado, se le veía más bien aburrida, tenía la cara apoyada en su mano izquierda, con la derecha sostenía una lata de refresco, al escuchar que se dirigían a ella se enderezo un poco despegando la mano de su rostro para hacer un ademan a su interlocutora indicándole que prosiguiese, entonces, sin ningún pudor la pregunta fue hecha:

—Dinos Malena ¿qué usas cuando te masturbas?

Juro que estuve a punto de gritar al oír esa pregunta ¿¡Pero qué rayos!? en serio no creo que ni los chicos sean tan vulgares entre ellos, abuelita, después de este sucio interrogatorio no creo poder mirarte a los ojos cuando llegue a casa.

Malena no había cambiado ni un ápice su expresión aburrida, dio un sorbo a su refresco y contesto en tono neutral:

—No me masturbo.

—¡Ay sí! no te hagas la santita —La respuesta de Male provoco una lluvia de sandeces. —¡Di la verdad!

—Ayer te vi en el mercado y llevabas muchos pepinos...

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now