11_Sana, sana...

180 18 48
                                    


Entre los gritos de mi madre y el efecto de los analgésicos en algún momento me quede dormida. Aun entre sueños, sentí algo de zarandeo, supongo que Areli se frustro porque no había descargado ni la mitad de su coraje cuando mi consciencia se desconectó de este plano terrenal.

Debí estar realmente cansada; dormí todo el sábado, no desperté hasta la mañana del domingo. Areli, ya más sosegada (aunque definitivamente aún molesta) me ayudo a llegar al cuarto de baño, ahí colocó un banquito de plástico para que pudiera darme una ducha. Fue toda una hazaña lavarme con la mano izquierda mientras tenia especial cuidado con las suturas.

El resto de la mañana se me fue en contactar a mi jefe para explicarle porque no podía presentarme el lunes a trabajar. No fui despedida como auguraba mi madre. Don Ignacio fue comprensivo, pero pragmático; no me pagaría los días que faltara, sin embargo, podía retomar mi puesto en cuanto estuviera mejor. Respire aliviada.

El medio día lo pasé haciendo tareas escolares hasta que tomé mis medicamentos y volví a caer dormida.

Tuve un sueño inusualmente relajante: una regresión a mis días de infancia. Si bien no fue el periodo más feliz de mi vida, había ciertas ocasiones en las que lograba escabullirme lejos de casa, lejos de los gritos...

«Corría por entre el vasto y solitario campo hasta no poder más, completamente rendida, me dejaba caer sobre la hierba. Tendida ahí, en medio de la soledad, fijaba la vista en el inmenso cielo azul en el que, rebosantes y blancas nubes se paseaban lentas y acompasadas. Proveniente de algún lugar, un hermoso rumor comenzaba a arrullarme, todo era tan pacifico...»

Naturalmente me voy despertando de mi sueño. Las imágenes oníricas se desvanecen dejándome sólo la fugaz sensación de haberlas tenido, en cambio, el apacible murmullo de mis memorias aún sigue aquí.

—Ah... Hola ¿T-te desperté? Lo siento tanto, no me di cuenta que estaba siendo tan ruidosa... es que... me da por tararear cuando estoy cosiendo.

¿Sigo dormida? ¿Por qué la renacua... erm... la pequeñaja de Liliana está en mi habitación disculpándose? Encima tiene mi mochila en sus manos. Ese dulce rumor... ¿provenía de ella?

—No, no, nada de eso... —digo, mientras me incorporo lo suficiente para quedar sentada en la cama —al contrario, fue... agradable. —¿Qué diablos fue lo que dije? Debe ser que estoy atontada por la medicina, sí, eso es —¡ejem! Quiero decir: ¿qué haces en mi cuarto? y ¿por qué tienes mi mochila?

—Uhm... bueno yo... originalmente estaba esperando en la sala, pero llegó un... amm... ¿Invitado? Y tu mamá dijo que sería mejor si esperaba aquí en tu cuarto...

—Aja...—Digo más para mí que para Liliana, cayendo en cuenta de lo que pasó: uno de los amigos de mi madre vino a verla y ella se deshizo del estorbo enviándolo a mi cuarto —¿El "invitado" tenía un tatuaje cutre en el brazo?

—Emm... no sé si cutre, pero sí, le vi un tatuaje tribal justo en el brazo derecho.

—Sí, definitivamente ese es el "campeón" en turno.

—¿Cómo?

—Nada.

Mi madre tiene todo el derecho de salir con quien le dé la gana. Señalado eso, es simplemente que no puedo dejar de sentir aversión por los peleles inmaduros que siempre escoge.

De pronto, las risotadas de Areli y el tipo, resuenan por toda la estancia, un poco de jaleo y al final la puerta azotándose. Liliana, completamente desconcertada me mira confundida, para después declarar inocentemente:

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now