07_La falta

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A punto de oscurecer, en la tarde de viernes, en la desolada área destinada para los contenedores de basura de la escuela... me encontraba yo: la chica más repudiada del salón. Experimentando un episodio raro, con tintes de disociación, cuando la chica con la estatura más baja de la clase se apareció de improviso. Con voz entusiasmada me llamó:

—¡Catalina!

Maldición ¿Por qué Liliana tenía que aparecerse en el peor de los momentos? Justo cuando cualquier cosa podría hacerme explotar.

—Te he estado buscando ¡Qué bueno que al fin te encontré!

Ella sonaba genuinamente contenta de haber dado conmigo. En ese momento pensé: «Si no la veo, puedo mantenerme serena». Me mantuve de espaldas a ella, que continúo hablando:

—No te vi con los demás y no pude avisarte: el profesor de Educación física nos quiere en las canchas de futbol.

—Ah... iré para allá.

Respondí de forma parca. De alguna manera supongo que Liliana se había acostumbrado a mis: "Déjame en paz", "No te pregunté" qué mi respuesta cortante pero neutral fue tomada por ella como el augurio de un posible buen humor. Nada más lejos de la realidad. Ojalá se hubiese dado cuenta de lo mucho que estaba tentando su suerte.

Animada por lo que ella percibía como por fin un poco de mansedumbre en mi persona, en vez de irse por donde había venido, comenzó a caminar despacito hasta mí. Era como un niño pequeño en la playa que ve las aguas del mar retraerse, entonces se aproxima creyendo que el oleaje no lo azotara.

—Catalina, yo quería decirte... bueno más bien ofrecerte una disculpa...

La voz de la pequeña imprudente era titubeante, pero de alguna forma determinada. Probablemente le ayudaba que no estuviéramos cara a cara. Ella prosiguió con tono arrepentido.

—Lo qué paso el otro día, detrás del auditorio ¡De verdad! No era mi intención que las cosas terminaran ah... pues como terminaron...

Hubo un pequeño silencio. Contra todo pronóstico respondí a sus disculpas con un lacónico:

—Ok.

Liliana dio, lo que a mí me pareció, un pequeño suspiro emocionado. Entusiasmada, e ignorando las banderas rojas, se acercó un paso más.

—Cat-Catalina ¡tengo algo para ti!

La suerte se había terminado. Pronto se desataría un furioso oleaje. Me gire lentamente para encarar a Liliana, en eso se encendieron las farolas de la escuela.

Quede justo a contra luz. Suárez, en cambio, fue cegada al quedar repentinamente con la luz directo en la cara. Totalmente deslumbrada, giró el rostro a un lado haciendo bizcos, mientras me extendía su mano en la que sostenía una pequeña cajita rectangular.

—¿Qué es esto?

—¡Tómala por favor!

Mecánicamente tome la caja de su mano.

—¡Son tus lentes!

Abrí el estuche y lo comprobé; ahí estaban los lentes que se me habían caído durante la pelea con María Elena. Los había ya dado por perdidos y usaba un par viejo. Lucían incluso mejor que antes, parecían renovados. No dije nada y Liliana comenzó a explicarse:

—Fui a buscarlos esa misma noche, bueno, la verdad es que obtuve la inesperada ayuda de Sergio. De hecho, fue el quien los encontró ¿Puedes creerlo?; al parecer se estrellaron contra un árbol y quedaron colgando de una rama baja, ¡qué cosas! ¿no?

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now