18_Escalera arriba, escalera abajo

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Malena

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Malena

El Día del Estudiante, las y los alumnos del consejo estudiantil, se encargaron de decorar el auditorio con el festón que la escuela recicla para cada evento, lo mismo vemos la vieja guirnalda en navidad que en las ceremonias de clausura. Colocaron también los animosos estudiantes algunas figuras de foamy con formas de: libros, lápices y demás elementos asociados a la vida estudiantil, que ellos mismos elaboraron. Hubo algunos globos, pero estos fueron arrasados casi de inmediato por la alborotada multitud adolescente.

Después de la celebración, los alumnos del consejo simplemente se desentendieron de cualquier tarea de limpieza. Los intendentes alegaron que ellos no iban a limpiar y que los alumnos debían hacerse cargo de recoger esos "horrorosos pegotes". Tal cual, esas fueron sus palabras para referirse a aquellas pintorescas figurillas de espuma hechas por los escolares.

Total, que el retiro de la decoración quedo pendiente hasta que pudieran achacársela a algún zopenco incauto. Y pues... heme aquí: En lo alto de una escalera plegable retirando festón y adornos malhechos. Mi "encantadora" compañera, Catalina, se encarga de ir desempolvando con un viejo trapo las decoraciones y el festón que le voy pasando, para después, colocarlos dentro de una enorme bolsa negra. No, no podemos tirar los "pegotes" recibimos expresas indicaciones de guardarlos, me pregunto si empezaremos a ver los abigarrados monigotes en los próximos eventos escolares.

La disposición de los ornatos es la siguiente: el festón está colocado en los muros formando orlas decorativas, cada pico es coronado por una de las susodichas figuras de foamy. En orden de retirar el decorado sin estropearlo, hay que colocar la escalera bajo cada pico, soltar el festón, despegar las figuras, bajar, recorrer la escalera al siguiente punto, volver a subir... ¡Ah! Un trabajo repetitivo y monótono. No puedo evitar expresar mi sentir en voz alta:

—¡Uaah! Qué aburrido.

Desde lo alto de la escalera observo a Catalina enfrascada en la limpieza de los ornatos. Trato de llamar su atención:

—¡Hey! Catalina, Catalina, ¿Catita?, ¡Cati!, Cataaa...

Ella no me hace caso, pero sigo incordiando por un buen rato hasta que al fin logro desesperarla.

—¿Qué? ¿Qué quieres? ¿Para qué diablos me llamas? ¿Qué es lo que necesitas comunicar con tanta urgencia, maldita sea?

—Nada...

La mirada que la chica me clava no tiene precio.

Hemos terminado con las orlas de la pared sur. En silencio, bajo de la escalera y la muevo hasta la pared norte. Tenemos ahora la mitad de la decoración dentro de la enorme bolsa, ha quedado algo pesada, lo suficiente para que una desmejorada Catalina batalle para arrastrarla con su única mano sana. Rápidamente me acerco y tomo la bolsa por ella, la chica baja la mirada con impotencia, detesta sentirse inútil. Esa expresión no le queda, prefiero mil veces su indómito gesto de siempre.

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now