En un arrebato adolescente, Liliana comete un error; ha plasmado sus verdaderos sentimientos en una carta que ha puesto en la mochila de (en palabras suyas) la estudiante más huraña, mejor promedio de la clase, y dueña de una mirada atemorizante cuy...
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Catalina
—Permiso por favor.
Dos estudiantes caminando delante mío a paso de tortuga, obstruyen el pasillo mientras parlotean.
—¡Hey! —¿Qué pasa? ¿No me escuchan? —Con permiso, necesito pasar —Insisto.
Nada, no me hacen caso, siguen en lo suyo ¡Ah! Lo intente, intente mantener las cosas civilizadas.
—Con un demonio ¡Qué se muevan!
Exclamo mientras me abro paso entre las dos chicas casi tumbándolas al piso. Las quejas no se hacen esperar, pero es mi turno de ignorarlas.
—¡Ay! ¿Qué te pasa maldita loca? Amiga hay que alcanzar a esa tipa y decirle algo.
—¿Qué? ¡No! ¿Acaso no viste esa cicatriz sobre su ojo? Esa chica tiene una apariencia muy turbia, mejor olvida el asunto... a-además se está alejando bastante rápido, parece que lleva prisa.
No sé qué tanto mascullan esos dos estorbos allá atrás, pero no tengo tiempo para sus tonterías, debo ubicar a Lili... ¡Oh! Creo que va por ahí, rumbo a las canchas.
Después de lo que parecía una interminable jornada escolar, por fin nos dejaron salir. Dentro del salón de clases, el lugar de Lili está mucho más cercano a la puerta que el mío, por eso, aunque dudó cuando repentinamente fue abandonada por su amiga (justo como fue convenido) la pequeña logró salir antes, dejándome atrás.
Casi es verano y los días se están volviendo más largos, aunado a que hoy salimos más temprano, aún no oscurece, estamos ante una tarde azulada, por lo que puedo ver claramente la pequeña silueta de Lili caminando algo cabizbaja por la vereda encementada al costado de la cancha de básquetbol. Nos separan unos cuantos metros.
Malena dijo que no debía abordar a su pequeña amiga dentro de la escuela para evitar que las impertinentes la acosen, sin embargo, eso tiene una solución bien simple: si alguna tipa se acerca a la pequeñaja con intenciones de fastidiar, bueno, me encargare de disuadirla "amablemente" y de que no le queden ganas de intentarlo de nuevo.
—¡Lili... —grito, pero de inmediato completo —...ana! —Al final no me atrevo a llamarla en voz alta por su diminutivo, tengo el secreto temor de que ella se disguste por tratarla con tanta familiaridad. Tendré que reservarme el privilegio de llamarla 'Lili' tan sólo en mis pensamientos.
Cómo si fuera uno de esos pequeños suricatas, la joven se detiene, levanta y gira la cabeza buscando quien la ha llamado. Divisarme un tramo más atrás haciéndole señas, fue como descubrir a un depredador acercándose, la chica se pone pálida y en una estrategia de evasión de inmediato reanuda su caminata pretendiendo que no se ha percatado de nada. No obstante, con unas cuantas zancadas la alcanzo y afianzo mi mano sobre su hombro procurando no ejercer demasiada presión.
—¡Liliana! —vuelvo a nombrarla y siento como se tensa bajo mi toque —¿Podemos hablar un momento?
