08_La familia Barrera López

149 24 94
                                    

ADVERTENCIA

Puede tener contenido potencialmente sensible.


¿Dónde estoy?, ¡Aaaah!, mis sesos pulsan dolorosamente dentro del cráneo, como esto siga,siento que mi masa encefálica va a terminar explotando dentro de mi cabeza y saliéndosemepor los ojos. No se puede ver nada aquí, tampoco escucho sonido alguno. Elsilencio es tan sepulcral que tengo la imperiosa necesidad de romperlo; abro laboca intentando gritar con todas mis fuerzas... es en vano, nada sale de migarganta. Un frío álgido penetra directamente a mis pulmones, ¡ah!, es queestoy recostada en... ¿el suelo? ¿existe suelo en este vacío? 

Dejo mis divagaciones sobre el espacio, cuando vislumbro un puntito luminoso entre la penumbra ¿una luciérnaga? No, es... una catarinita. El pequeño insecto comienza a pulular a mi alrededor. Mi lógica parece haberme abandonado porque sin más resuelvo que, si sigo a la catarina, podré salir de aquí. No sé cómo, pero logro incorporarme y voy tras ella. La carrera resulta por demás dificultosa, a cada paso que doy la sensación es diferente; sólido a un paso, inestable como gelatina al siguiente.

Tras una accidentada persecución, la luminosa mariquita comienza a volar en círculos, su pálido resplandor despeja un poco las tinieblas dejando ver una pequeña planta en medio de este limbo. De forma natural la catarina se posa en una de sus hojas. La escena es por demás pacifica, pero dicha paz no me llega; «Se suponía que me guiarías a una salida ¡No que te quedarías aquí!». Malintencionadamente estoy a punto de sacudir la hoja y aplastar al estúpido bicho, cuando una voz, que sale de ninguna parte, me detiene:

—¡Espera! No la mates; ¡es de mala suerte! Si la dejas posarse en tu mano, por el contrario, te traerá buena suerte.

«Ja, ja... "Buena suerte", cuando era niña vivía en un lugar donde había muchas de estas. Recuerdo haber dejado posar varias mariquitas en mis manos y ¡nunca tuve algo ni remotamente parecido a la buena suerte!»

—¡Oh! qué negativa eres.

«¡Vete al diablo!»

—A lo mejor estamos ahí... ¡Oye no ruedes los ojos!

Estoy en el limbo, no puedo emitir ningún sonido y, sin embargo, mantengo una discusión con una voz irritante que extrae mis respuestas directamente de mis pensamientos.

—¿Por qué no hablamos de tu pasado?

«¿Para qué?»

—Cuando una persona está a punto de morir, en ocasiones, repasa toda su vida en busca de algo en sus recuerdos que le pueda ser útil para salvar la situación.

«Yo no estoy a punto de morir, sólo tuve un tonto desmayo»

—Ah sí... el desmayo ¿y qué me dices de lo mal que te has sentido esta semana? ¿Crees que esas contracciones en tu cuerpo son normales? Tal vez no te desmayaste por algo que te hicieron en el campo de futbol, qué tal que te desvaneciste por otra causa ¿he?

«Tonterías»

La voz no me responde, me deja carcomiéndome en la incertidumbre de que tal vez pueda tener un poco de razón, por mas ridículo que me parezca.

«¡Argh! ¿Para qué quieres que te cuente algo que tú ya sabes?»

—¿Cómo sabes que yo lo sé?

«Porque tú eres yo»

—Oh...

Con quien más hablaría en mi mente sino conmigo misma.

¡Estúpida carta! ¡estúpido corazón!Where stories live. Discover now