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ARIANA SE HABÍA IDO ESTA MAÑANA PARA AL ESTUDIO. Ella prometió que no tardaría mucho y volvería antes de la cena. Estuviste sola todo el día con todos sus perros y los cuidaste. No podías esperar a que llegara a casa para poder cocinar para ella, pero cuando tu teléfono te indicó que eran las 11 de la noche, te diste por vencida.
Caminaste hacia su habitación, escuchando el golpeteo de las patas de un perro siguiéndote. Te pusiste tu ropa de dormir y te metiste en la gran cama después de que agarraste a Toulouse y lo pusiste cerca de ti, abrazándolo. Sentiste que la cama se hundía y miraste hacia arriba, viendo cómo Cinnamon se ponía cómoda. Te volviste y viste que Coco estaba sentada en el suelo, mirándote.
—Ven acuéstate—Dijiste y palmeaste la cama. Inclinó la cabeza pero saltó a la cama justo después, acostándose cerca de ti. Apagaste las luces. —Buenas noches—Dijiste para darle a Toulouse un besito en la cabeza. Los otros perros probablemente todavía estaban en el piso de abajo esperando a Ariana.
Te habías quedado dormida muy pronto y poco después, Ariana llegó a casa. Sabía que llegó a casa demasiado tarde y que necesitaba disculparse contigo. Ariana entró en la sala de estar, esperando encontrarte viendo la televisión en el sofá o algo así. Pero todas las luces estaban apagadas. Pensó que estarías dormida y se dirigió a su dormitorio, derritiéndose de ternura al ver la imagen frente a ella.
Te acostaste en su cama, envuelta en el edredón con un brazo sobre Toulouse y dos de sus otros perros cerca de ti.
—Oh,—habló en voz baja y sonrió con adoración antes de meterse en la cama a tu lado, dándote un beso y cerrando los ojos.
