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Estabas llenando tu vaso con más para beber cuando sentiste que Sabrina te abrazaba. Dejaste un suave suspiro cuando ella te besó la mejilla y tarareó en tu oído; estoy contenta contigo en mis brazos.
--¿Te estás divirtiendo?—
Te encogiste de hombros mientras mirabas por la habitación. Estaba lleno de gente y un poco ruidoso.
Antes, la fuerte charla te había llenado los oídos. Pero ahora parece que todo en lo que puedes concentrarte es en Sabrina.
—Ven conmigo—. Ella susurró mientras se desenvolviaba los brazos de tu cintura y en su lugar te tomó de la mano. Te giraste para encontrarla mordiéndose el labio. Al soltarlo de sus dientes, notaste la sonrisa en sus labios. La seguiste por las escaleras hasta tu habitación compartida.
Sinceramente, las fiestas no son lo tuyo. Pero los amigos de Sabrina realmente querían reunirse y, aunque no había mucha gente alrededor, eran ruidosos y las distraían.
—¿Qué estamos haciendo? Tus amigos están abajo—. Se lo recordaste, pero rápidamente negó con la cabeza, tratando de eliminar el pensamiento de la mente. Ella te tocó la mejilla y apretó sus labios contra los tuyos para darte un beso.
Le correspondiste rápidamente. Derritiendo en su tacto mientras su otra mano se cepillaba a lo largo de la parte pequeña de tu espalda y luego llegaba a tu cadera.
Por mucho que amaras sus besos y la forma en que te estaba haciendo sentir, no pudiste evitar recordar a sus amigos de abajo.
—Sabrina—
Sin siquiera tener que decirlo, ella ya sabía lo que ibas a decir. —Olvídate de ellos—. Ella susurró contra tus labios.
—Han estado aquí durante horas y te he echado de menos—Ella respiró suavemente contra tus labios, solo alejándose para mirarte a los ojos por un momento.
Revuelveste tus brazos alrededor de su cuello y empujaste tus labios hacia los suyos. Sonreíste en el beso mientras tu mano rozaba su espalda, haciendo que saltara al toque repentino de tus cálidas yemas de los dedos.
Tu espalda estaba de repente contra la pared y dejaste un suave suspiro cuando ella profundizó un poco más el beso. Los pensamientos sobre sus amigos se desvanecieron, lo único en lo que podías pensar era en ella. Tu corazón latía mientras extendía las yemas de los dedos a lo largo de tu cadera, cepillando los dedos a lo largo de tu piel con tanta delicadeza.
Sus besos fueron lentos, haciendo que tus dedos temblen mientras los dejas cepillar a lo largo de su columna.
Casi parecía que no existía nadie más.
Todo se desvaneció; la música, la charla, sus amigos hasta abajo.
Pero, muy pronto, recordaste que ese simplemente no era el caso.
Porque, aunque no escuchaste los pasos en las escaleras, sí escuchaste la puerta abierta y el jadeo de los labios de alguien.
—¡Lo siento!—Una de sus amigas habló, haciendo que Sabrina se alejara de tus labios. —Nos preguntábamos a dónde se fueron ustedes dos—
Ella se quedó congelada por un segundo antes de excusarse y salir de la habitación.
Cerrando la puerta detrás de ella, Sabrina dejó que su frente cayera sobre tu hombro.
—Supongo que deberíamos volver— Te reíste, a lo que tu novia acaba de suspirar.
—Muy bien—Ella lloriqueó mientras la tomabas de la mano y la llevabas de vuelta abajo a donde estaban sus amigos.
Por mucho que los amara, no puedo esperar a que se fueran para poder tenerte a solas de nuevo. Pensó Sabrina.
