《 TOKYO REVENGERS STORIES ♡ 》

S H I N I C H I R O S A N O

𝕊𝕙𝕚𝕟𝕚𝕔𝕙𝕚𝕣𝕠 𝕊𝕒𝕟𝕠
𝕋𝕦𝕪𝕒 𝕤𝕚𝕖𝕞𝕡𝕣𝕖

Nunca pensé que tendríamos un último beso
Nunca pensé que tendríamos un final así
Tu nombre, será por siempre el nombre en mis labios

...

La primera vez que te vi siempre estará grabada en mi memoria, como si el destino me hubiera guiado corría escapando de aquellos hombres que planeaban hacerme daño en la oscuridad de la noche, me había metido en un callejón sin salida y al percatarme de eso un grito de desesperación salió de mi garganta, sabía que nadie iba a escucharme, que por más que intentara nadie acudiría en mi rescate, que debía entregarme a mi cruel destino mientras sentía la navaja presionando mi cuello y el repugnante hálito alcohólico del sujeto que intentaba denigrarme.

Fue cuando escuché tu voz por primera vez, te aclaraste la garganta y te acercaste sin temor, sin nada mas en tus manos que un cigarrillo consumido a la mitad y esa actitud amable pero imponente.

—¿Tienen algún problema con la señorita? —cuestionaste sin ningún temor—. ¿Saben que se metieron en los territorios de Black Dragon, no es así? —agregaste aún sin salir de las sombras.

Mi cuerpo temblaba, pero cuando sentí tu presencia y todo se lleno de calma.

—Vete al demonio... —escupió el sujeto manteniendo su agarre en mi.

—No sabes con quien estás hablando... —soltaste dejando ver tu rostro, ese rostro gentil y hermoso, tu piel clara y sin imperfecciones, tus ojos tan negros como la noche.

—¡Shinichiro Sano! —se exaltó uno de los sujetos, causando que el otro me soltará rápidamente huyendo del lugar como un par de ratas cobardes.

Mis rodillas fueron a dar al suelo, mi rostro estaba empapado en lagrimas, moría de miedo, pensé que me pasaría lo peor, sin embargo unos brazos temblorosos me rodearon tímidamente, soltaste solo tres  palabras devolviéndome la tranquilidad.

—Todo estará bien...

Y caminaste junto a mi, me mostraste el exterior de tu tienda, tu mayor orgullo, me hablaste de tus hermanos mientras intentabas disimular tu timidez. Mis manos aún temblaban ante el temor de que algo malo me pudiera pasar, de que esos hombres volvieran para buscarme, pero me invitaste a pasar a tu lugar favorito mientras esperaba a que mis padres fueran por mi y mis ojos brillaron con emoción al ver la moto que guardabas recelosamente mientras reparabas sus detalles.

—¿Una Honda CB250T? —pregunté con la mirada iluminada ante esa preciosidad.

—¿Te gustan las motos? —preguntaste boquiabierto.

—¡Gustarme es poco! —confesé rodeando la moto para echarle un vistazo con mayor detalle—. ¿Esta es de 1978?

—Si, me he esforzado en mantenerla impecable...