XLIV. TUS GEMIDOS SON ARTE

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Nix Russo.

La brisa de la lluvia mojaba cada parte de mi cuerpo.
Mi cabello completamente mojado pegandose a los lados de mi cara, al igual que la ropa.

—No mires abajo, Nix —me repetí en voz alta —solamente no lo pienses —suspiré, viendo al cielo —es lo mejor —motive.

Uno de mis pies dejo de pisar la superficie del edificio, cerré los ojos y comencé a contar en reversa para saltar al vacío mientras rayos caían al suelo y las gotas de agua chocaban con todo a su paso.

—¡Nix! —escuché la voz de Joel, con sorpresa abrí los ojos.

—¡Lárgate de aquí! —grité sin dirigirle la mirada.

Pero esperen...

¿Cómo fue qué llegamos a este momento?

Bien, regresemos al día con Zabdiel...

*Dos días antes*

Al ir al baño de Zabdiel comencé a llorar, sentí como si le estuviera haciendo daño sin que él se diera cuenta. Cercana la noche, tomé mis cosas y volví a mi departamento, los mensajes y llamadas llegaban a mi celular, sin embargo, sabía quien era, y no quiero romper en llanto o algo parecido.

Sabía que los intentos de esconderme serían en vano, al día siguiente tendría que ir al colegio y verle la cara a él y a Zabdiel.

Sintiéndome la mayor puta (no lo digo en el buen sentido), envuelta en las sábanas volví a llorar, el remordimiento me carcomía, y no era una sensación que disfrutara.

[...]

Mi preocupación y culpa era tanta, que en toda la noche no pude conciliar el sueño. Para estar despierta en la clase del día de hoy, entré a la ducha.

Con la espuma que hacía el jabón, tallaba cada vez más fuerte contra mi piel, intentando borrar casa caricia que Zabdiel había impregnado en ella.

—Pero estabas muy contenta soltando gemidos en su habitación —me regañé —sólo a una pendeja como tú, se le ocurre

Al salir mi piel estaba tan hinchada, con un color carmesí que todo mi cuerpo me daba pena. La ropa ancha se volvió en mi única amiga, un pants gris, una camiseta blanca y un suéter.

Al llegar al colegio corrí al salón, sin saludar a absolutamente nadie, ni esperar a Joel, buscar a Marcela o ver a Zabdiel, pasé al salón (en su acostumbro desorden) sentándome en la parte de atrás.

Los gritos dejaron de sonar y los sonidos de las sillas sobre el suelo se hacían presentes.

—¡Buenos días, jóvenes! —el profesor Camacho entró al lugar.

—¡Buenos días! —respondió la clase

—Buen día —dije a destiempo en voz baja.

La clase comenzó y a los pocos minutos Joel entró al salón.

—Y así fue como Consuelo Velázquez a sus 16 años escribió la letra de Bésame Mucho —explicó Camacho, dejando de lado una libreta, mientras que Joel caminaba a un asiento —otra vez tarde, Pimentel

Joel paró en seco, con un ligero mohín en su rostro.

—Una disculpa, profesor —respondió.

—Anda, toma asiento.

Joel asintió caminando en mi dirección.

—¿Alguien me puede decir en que guerra se volvió un himno y para quienes? —preguntó.

Señorita... ¿Pimentel? (J. P.) ||+18|| ✔️Where stories live. Discover now