XLV. NO ME PUEDES DEJAR

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Joel Pimentel.

Mi entorno era oscuro, yo estaba completamente mojado, de mis tenis aún podían salir pequeños chorros de agua.

Las salas de espera de un hospital no son los mejores lugares para estar, siempre hay malas noticias, si no es para ti, es para alguien más, solamente me quedaba esperar que Nix estuviera en un buen estado, después de su caída solo me queda rezar.

A lo lejos un hombre de unos pocos años más grande que yo, hablando con el médico, la lluvia había apaciguado, por lo cual ya no se escuchaban las gotas de lluvia caer contra el suelo y podía escuchar la conversión que tenía el hombre con el doctor.

—Necesito que tome una decisión, joven —habló el médico —¿Salvamos a su mujer o a la bebé?

Una de las decisiones más importantesdifíciles de un hombre. Salvar al amor de tu vida o a la sangre de tu sangre.

El hombre pasó por un breve silencio, pensando en la decisión que tenía que tomar.

—A ella —respondió —salve a mi mujer.

El médico dejó la sala para regresar al quirófano con la esposa del chico.

Yo sólo bajé la cabeza esperando a que saliera el doctor que estaba atendiendo a Nix.

—¿Tú por qué estás aquí? —la voz del chico sonó cerca de mi.

—¿Ah? —levanté mi mirada.

—¿Qué haces aquí? —repitió.

—Estoy esperando que mi novia esté bien —yo sabía que el venía por su esposa embarazada, pero me vería muy chismoso si no le pregunto —¿Y tú?

—Esperando a que mi hija y mi esposa salgan bien del quirófano —respondió.

El silencio entre nosotros dos era incómodo, lo único que sonaba era la voz de una de las enfermeras tras las bocinas de cada rincón de este blanco lugar.

—Y ¿Qué tiene tu novia? —se sentó a un lado mío —si se puede saber.

—Saltó de un edificio —hablé por lo bajo.

—Oye ¿Estás bien con eso? —preguntó rápidamente —no es algo sencillo de digerir.

—Aún sigo procesando lo que pasó.

—¿Quieres hablar de eso?

—No, solamente quiero que salga el médico diciendo que ella está bien, que no tengo nada de que preocuparme.

Frente a mi sólo pasaban personas vestidas de blanco, con tablas llenas de diagnósticos.

—Familiares de la paciente García Pregonas —el chico sentado a un lado mío se puso de pie.

—Yo soy su esposo —corrió en dirección al hombre —¿Cómo está mi esposa? —inquirió.

—Felicidades, usted es papá de una hermosa niña y su esposa está bien, ahora está descansando —el hombre soltó un suspiro de alivio.

—¿Puedo pasar a ver a la niña? —sentía la esperanza en su voz.

—Como es costumbre, sólo podrá verla en los cuneros.

—Okay ¡Gracias, doctor! —abrazó al doctor con entusiasmo.

El chico con entusiasmo corrió en mi dirección.

Señorita... ¿Pimentel? (J. P.) ||+18|| ✔️Where stories live. Discover now