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La mañana siguiente Rumi despertó mejor

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La mañana siguiente Rumi despertó mejor.

Parecía como nueva, pero sentía que se le estaba olvidando algo...

Giro su cabeza estando aún en su cama, notando el trapo en su frente que se cayó por su movimiento, en su escritorio había una botella de agua vacía junto a unas tabletas de pastillas.

Se levantó mirando sus pantuflas pérdida; ayer estaba tan mal que varias cosas ni las recordaba. Dejó de no hacer nada y se alistó para ir a la escuela, ya falto lo suficiente y no podía retrasarse con las clases.

Su amorosa madre le preparó dos bentos, no sabía para que tanto si comía poco pero no quería oponerse a la mujer que la crio.

—No me mires así, este es para Haitani—mencionó soltando una risita al ver el gesto de su hija—Dile que muchas gracias por cuidar de ti mientras yo trabajaba.

Proceso lo que dijo, tardando en comprender.

—¿Me cuido?—ingeniosamente pregunto sin poder creerlo, en su cabeza pensaba que el chico apenas la soportaba y más por como la trataba.

—Claro que si tontita, ayer trajo medicinas y se fue, pero regreso para quedarse hasta muy tarde. No quería irse pero me preocupaba que se fuera muy noche, así que le dije que regresara a casa—contó sacudiendo sus manos para empujar de la espalda a la menor—Basta de charla, ve a la escuela.

Prácticamente la empujó hasta la entrada y le dio su pesada mochila para cerrar la la puerta.

La de cabello cobrizo seguía recibiendo información, su disco duro había explotado recordando al chico y las cosas vergonzosas que hizo estando delirante. Soltó un gritillo brincando de un lado a otro hasta notar la bicicleta de su padre reparada.

Estaba segura que ella no la trajo, el único que pudo haberla traído y reparado era Rindou.

Al llegar a la escuela entró mirando a todos lados, escondiéndose de su pareja por pena a verlo luego de lo que hizo y dijo.

—Dejame adivinar, estas huyendo de tu novio rompe huesos—exclamó a sus espaldas Naoko con burla—Normalmente es al revés.

—¡Tú como sabes!—le cuestionó sorprendida, un poco más y le leía la mente.

Ella siempre se enteraba de todo y sin necesidad de que alguien se lo dijiera.

—Ví a tu romeo buscandote hace menos de cinco minutos—respondió metiendo una paleta a su boca—Como sea, me alegro que estés aquí, ya no soportaría pasar otro día con la vola de hipócritas que sigues insistiendo con su fiesta diciendo que va a ser la mejor de todas, ¡como si no las hicieran a cada rato!—se quejó rodando los ojos—Pero dime, ¿por qué te escondes?

Miro su mano tratando de recordar la sensación de haber tocado el abdomen de Rindou.

—Sólo diré que lo toque pensando que era una ilusión.

𝙋𝙚𝙙𝙖𝙯𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙢𝙞 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 || 𝘙𝘪𝘯𝘥𝘰𝘶 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora