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Nuevo día, nuevas tragedias

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Nuevo día, nuevas tragedias.

Después de dormir en casa de los Haitani, Rumi regreso a su casa siendo llevada por Rindou que se ofreció a hacerlo y de paso saludar a su madre.

Abrió la puerta de su casillero y cayeron miles de cartas.

—¡Hah!—exclamo nerviosa tratando de que regresaran a su lugar, pero terminaron regadas por el suelo. Suspiro guardando cada carta en su mochila, dejó sus zapatos en su casillero y lo cerró.

La semana de clases regreso como siempre. Bostezo cansada por haber dormido un poco tarde, entró a su aula siendo observada, luego del escándalo en la fiesta no le sorprendía.

—Buenos días solecito—saludo Naoko levantando su mano al verla—Hoy estas radiante.

Saludos con apodos de parte de su amiga eran poco comunes para la peli cobrizo, quedó estática al ver flores azules en su escritorio.

—Son de tu Romeo—comentó la chica antes de que Rumi pudiera abrir la boca—Este es mi regalo para tí—le extendió una gran caja con un enorme moño rosado.

Confundida dejó su mochila en el suelo y tomó la caja para abrirla con cuidado, un peluche de pingüino era lo que sacó.

—Feliz cumple años Rumi-chan—felicitó.

Ishikawa reaccionó.

—¡Hoy es mi cumple años!—bramo entre sorprendida y con una enorme sonrisa—¡Gracias Naoko-chan! —le regresó el abrazo apretandola con fuerza—¡Me encanta!

Giro el peluche emocionada. Había olvidado su cumple años por completo y eso incluía a su madre que lo más seguro es que también se le haya olvidado, por eso tenía tantas cartas en su casillero.

—Me alegra que te gustara—revolvió los cabellos de su pequeña amiga—No se si tienes pensado hacer algo después de clases, pero quiero comprarte un pastel. Puedes invitará a tu rompe huesos si quieres.

Sus ojos se iluminaron y cristalizaron—¡Naoko-chan...!—lloriquio sentimental.

Los pasteles son caros, sus padres antes no podían pagarlos así que la hacían escoger entre pastel o regalo, como toda una niña siempre escogía los juguetes; pero mejoraron económicamente y su padre se dio en la tarea de aprender a prepararlos para ella, pero está vez no estaba en casa.

—No llores y mira esto—en sus pies había una bolsa con distintos dulces—Aquellos ineptos los dejaron como disculpa y por tu cumple años—señalo con la cabeza cierto grupo de alumnos que voltearon al darse cuenta que los veían—Todos están arrepentidos menos una.

—Ya veo... Iré a disculparme con ellos—determinada le quito la bolsa a la peli gris.

—¿Si sabes que no deberías? Fue su culpa, no la tuya.

𝙋𝙚𝙙𝙖𝙯𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙢𝙞 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 || 𝘙𝘪𝘯𝘥𝘰𝘶 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪 ||Where stories live. Discover now