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La mañana era como todos los días, se levantaba y cambiaba para ir a la escuela, apenas eran las seis de la mañana y Rumi ya estaba más que despierta preparando su bento y uno extra por si alguien lo había olvidado, dejó todo bien acomodado y como decoración le puso una carita feliz a su arroz.

Guardo todo y camino a la entra lista para salir de la casa llamando su madre para despedirse pero no la escucho, preocupada fue a su cuarto.

—¿Mamá?—la llamó tocando la puerta, abriendo la puerta despacio.

Lo que más duele a un hijo es ver a su querida madre sufriendo o llorando.

La mayor sollozaba mirando varios papeles regados en la cama, apenas la escucho trato de esconder todo para que no la viera y le dió esa sonrisa acogedora que utilizaba siempre; le preocupó a la menor sin saber que escondía.

—¿Estas bien mamá?—pregunto asomando su cabeza sin terminar de entrar, no quería invadir su espacio o molestarla.

—Cariño, no te había oído, ¿ya vas a tú escuela? No olvides tú paraguas, apurate ya debe ser tarde—dijo levantándose para ir a la entrada y empujarla suavemente para que no viera más su habitación, cerrando la puerta detrás de ella, llevándola abla entrada para darle su mochila—Esfuérzate pero no de más, pon mucha atención a lo que dicen los maestros—beso su mejilla y la acompaño hasta la salida.

—Si, ¡me esforzaré!—le sonrió alegre la peli cobrizo saliendo de la casa, tomando su bicicleta despidiéndose de la mayor con la mano—¡Te quiero mucho mamá!

Para cuando giro en una calle y perdió a su madre de vista dejó de sonreír, en sus ojos había tristeza; algo le ocultaba....

¿El restaurante? ¿Su padre? ¿Deudas? No sabia que podía ser.

Anduvo en bicicleta hasta la escuela pensando que hacer para apoyarla.

—¡Rumi-chan!—le hablaron desde lejos. Era Naoko que había llegado caminando, a su lado estaban los Haitani que parecía que habían llegado casí al mismo tiempo.

Bajo de su bicicleta y la dejó en el ciclopadero.

—Chicos, buenos días—los saludo sencilla dándoles una enorme sonrisa, acomodando su falda y las correas de la mochila para ir hasta ellos—¿Estudiaron para el cuestionario de química?

Los dos adolescentes se tensaron al oírla, en cambio Ran se se rió teniendo la suerte de no estar en el mismo salón que los tres contrarios.

—¿Iba a ver uno?

—No importa, se que me ira bien—exclamo segura la fémina de cabello peli gris—La materia es sencilla.

Ishikawa mira al de lentes y a su mejor amiga muy seguros apesar de su estudiar, pensó que sería increíble poder decir lo mismo con esa confíanza, se pasó la mitad de la noche repasando y llorando por no entenderle hasta que lo logró.

Siguieron platicando hasta llegar a los salones, Rumi se sentó a un lado de Rindou y del otro se encontraba Naoko jugando o más bien mordiendo su lápiz tranquila.

Tenía muchos nervios, tenía que sacar la mejor nota posible.

—Ishikawa-san.

Una tímida voz la saco de sus nervios, delante suya se encontraba su compañero, un chico pálido y con ojeras posiblemente gracias a desvelarse.

—Eh, ¿qué paso, Okada-kun?—recordó rápido el apellido de su compañero.

—¿Me prestas un lápiz?

Rindou los veía disimuladamente, mirando al compañero de esa clase que ni siquiera sabía que tenía, en realidad no recordaba los nombres de la mayoría de los alumnos con los que compartía salón.

𝙋𝙚𝙙𝙖𝙯𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙢𝙞 𝙘𝙞𝙚𝙡𝙤 || 𝘙𝘪𝘯𝘥𝘰𝘶 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪 ||Where stories live. Discover now