Capítulo XI

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Alessandra

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Alessandra

Después de ese beso, Alexander me dejo sola con todas las emociones confusas por su causa, ¿no va a hablar al respecto?

Sentada en la gran mesa sola tomando grandes sorbos de vino, observo como Alexander baila felizmente con mi hermana, qué hipocresía de su parte, pero a quien engaño yo hago lo mismo constantemente.

En eso siento como alguien besa mi mejilla, haciendo que voltee sonriente, como no reconocer esos labios y ese aroma que porta mi querido mejor amigo Marco Richard.

—Estas hermosa —Marco sonríe al verme.

—Siempre lo estoy, Marquito —agrego con una sonrisa tierna.

—Lo siento, tienes toda la razón —ríe, con un leve sonrojado —. ¿Quieres bailar?

Su propuesta me dejó sin aliento, asiento, aceptando su mano e irme a la pista de baile con él.

Marco es mi mejor amigo desde que tengo siete años de edad, pero su familia no es la gran admiradora de la mía, donde por hecho que nuestra amistad tenga muchas complicaciones a la larga.

Pero igual lo quiero. Es mi amigo.

Colocó mi cabeza en su hombro, dejando que la música haga su magia con nosotros. Marco por su parte puso tímidamente sus manos en mi cintura mientras bailamos con calma; dirijo mi mirada a Alexander y una sensación mala se apoderó de mi cuerpo. Lucia tenso, irritado, ¿celoso? No, él jamás estaría celoso por alguien.

Me lo quedo viendo como tonta y él me miro con intensidad. Sus ojos azules brillan más, destacaban como nunca...era impresionante verlo, admirar lo guapo que es.

—Oye ese hombre que está bailando con tu hermana... No es el que estaba contigo en la noche de Halloween —me saca de mis pensamientos.

Le doy una sonrisa fingida, negando en desaprobación.

—Claro que no, seguro vistes mal —entrelazo mi mano con la de él, haciendo que Marco se sonroje al instante de hacer contacto con su mano.

—Tienes razón, seguro me estoy confundiendo —me observan sonrojado y yo le sonrió  coquetamente.

Usando mi segunda arma, atrapar a tu objetivo con tu belleza porque no hacerlo, soy hermosa, nadie puede negar eso.

Después del baila, llegó la hora de los aperitivos y lo desagradable fue verle la cara a mis padres. Era obvio, debía estar sentada en la misma mesa.

Le doy otro sorbo al vino mientras escuchaba la historia de amor de Alexander y Natalia.

—Fue mágico, él era un sueño y cuando me invitó una copa no pude negarme —Natalia cuenta con ilusión —. Después empezó nuestra linda historia de amor, ¿cierto, Alexander?

—Claro, fue suerte mía conocer a una mujer tan belleza y buena persona como tú —sus palabras fueron forzadas, tanto que lo observe con mala cara.

—¿Hermana, podemos irnos a casa? —le ruego.

Tengo tantas ganas de salir de aquí. Quiero tirarme a mi cama y dormir sin parar, lo necesito, después de todo mañana me despertaré con los brazos vacíos...sin mi gatita.

—Sí, será mejor irnos —sonríe, levantándose.

Todo el camino en el auto mis padres me sermonean sobre mi amistad con Marco y no pude evitar querer callarlos a golpes, pero respiré hondo y reuní todo mi autocontrol.

Salgo casi corriendo del auto, subiendo hacia mi habitación; donde me esperaba una ducha caliente.

Al tomar una ducha placentera decido salir del baño, pero salto del susto al ver Alexander en mi balcón inhalando un cigarro.

¿Qué carajo?

Me acerco con cuidado hacia al balcón, me pongo a su costando para mirarlo con confusión.

¿Por qué cojones está en mi habitación?

—¿Qué haces aquí? —le pregunto con cierto enojo, no puede pensar en todas las consecuencias que puede pasar si lo encuentra aquí.

Él da una profunda inhalada a su cigarro para sí apartarlo de sus labios.

—Me gusta la noche, es lo único momento en que uno puede apreciar lo que pasa fuera y dentro de uno mismo —murmura con seriedad.

—Sabes, no estoy para tus estúpidas referencias, tienes que irte —le exijo con frustración.

Él tira su cigarro por el balcón para arreglarse y ponerse frente a mí, él era mucho más alto que yo, mi cabeza llegaba hasta su pecho y si quisiera besarlo tendría que ponerme en puntitas.

Pero que estoy pesando.

—Aléjate de Pablo —me ordena con una mirada desafiante y no tardo en mirarlo de la misma manera —. No es una petición, es una orden.

¿Ordenarme? Quien se cree que es para mandarme, que le vaya a dar órdenes a mi hermana, pero a mí no.

—Sabes, puedes meterte tus ordenes por el culo —digo desafiante.

—Solo trato de no meterte en las cosas de adultos, niña —reprocho con seriedad, mientras se acerca a paso lento a mí.

—No soy una puta niña —copio su acción y me acerco con cautela hacia él.

Cuando estoy lo suficiente cerca, él lleva sus manos a mi cintura y agachando su rostro hacia mi altura, podía sentir su respiración fresca contra mis labios, una rara sensación se apoderó de mi estómago, no puedo explicarlas, pero tengo ganas de volver a besarlo.

Tomo unos pasos atrás de Alexander para poder respirar con normalidad, estaba por meterme de nuevo a mi habitación, pero Alexander me leyo la mente porque cuando estaba por hacerlo, él me agarró de mi cintura para pegarme nuevamente contra su cuerpo.

Estaba impactada por su acción que ni siquiera me di cuenta, hasta unió sus labios con los míos, creando un beso lleno de necesidad.

La forma que besaba era lenta, pero a la vez tomaba sin piedad mis labios, su lengua busca la mía y luego con sus dientes mordió mi labio inferior y tiro de el con lentitud.

Me agarra con fuerza los hombros para luego separarme de sus labios con lentitud, sus labios están hinchados y húmedos como los míos. No lo creía, Alexander me acaba de volver a besar.

—hazme caso niña —ordeno agitado mientras me observa—. Ten buenas noches.

Dicho eso me suelta y se va como si nada hubiera pasado.

Después de tomar el control de mi cuerpo, me acuesto con cansancio, a la vez que pensaba en como encontrar a esos tres hombres que me arruinaron la vida... Necesitó ayuda.

 Necesitó ayuda

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Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora