Capítulo XXXIX

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Alessandra

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Alessandra

Me levanto de golpe al escuchar un fuerte ruido proveniente a la cocina. Rápidamente, volteo mi mirada hacia mi costado y me doy cuenta de que Alexander no estaba, ¿dónde se metió ese idiota ahora?

Me levanto con cuidado mientras me envolvía la suave sabana de la cama.

Al abrir la puerta casi me caigo del susto cuando me encuentro con la presencia de Alexander, él está con un delantal de señora y tenía una mano sangrando.

—¿Qué te paso en la mano? —preguntó, mirándole la mano.

—Tú que crees que me paso —gruño enojado.

—Mejor dime qué pasó o pensaré que mataste a alguien mientras yo dormía —respondo levanto la mirada.

—¡Yo estaba tratando de abrir algo para darte de comer, pero esa cosa me corto mi mano!

«No te rías, Alessandra»

No te rías.

Sin aguantar suelto una gran carcajada al escuchar tal tontería, ¿está llorando por una cortadita? Joder los hombres son más complicados que las mujeres.

—¡Oye, no es gracioso!  —gritó avergonzado.

—Claro que lo es o que pensabas que haría, ¿besarte tu mano lástima como niño? Estas dement...

Antes de terminar de hablar, Alexander estampa sus labios contra los míos, tomándome por sorpresa. Colocó mi mano en su pecho para acariciarlo en círculos mientras sentía sus abdominales debajo de su camisa.

Él coloca su mano manchada en mi mejilla para pasarla luego por mi cuello, haciendo que me estremezca al saber que la sangre de Alexander estaba en mi cuerpo.

—Tengo hambre —murmuro al sentir sus labios en la delicada piel de mi cuello.

—Si quieres puedes comerme a mí —susurra en voz baja y siguiendo con sus besos provocativos.

Yo me separo a medias de él para mirarlo, joder es muy guapo y él sabe eso.

—Prefiero tomar un vaso de café —comentó, arreglando la sábana a mi cuerpo.

Él se agacha un poco para mirarme a los ojos, su mirada era intensa y prometía muchas cosas.

—El café es un poco malo para ti, ¿no quieres tomar leche mejor? Yo tengo mucha para darte —dijo roncamente, él acariciaba mi cabello mientras me observa lujuriosamente.

—No es una mala idea... ¡Digo, nooo! ¡No quiero tu leche! —señaló sonrojada.

Me separo con rapidez para casi correr al comedor, donde se encontraba un gran desayuno para una reina como yo.

Tomo asiento en una silla con rapidez y con ello me sirvo un vaso de zumo de naranja que está fresco... Como adoro comer.

Alexander no tardó en venir y tomar asiento frente a mí, él se empezó a preparar una tostada con mermelada y pensé que era para mí, pero cuando se lo llevo a su boca puse una cara de pocos amigos.

Pecados. (POR CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora